Una veintena de células capilares esparcidas en tu pelo,
van saboreando el sabor de nuestro sudor a distancia,
relamiéndose los labios al ver tus ojos, mis labios,
alimentando las ganas de tiempos remotos.
Imagino orbitar tus lúnulas invisibles
al otro polo de mi piel erizada,
entre la frontera de mi piel y la nada.
Acomodo en horarios fijos nuestros besos,
racionando a veintiuno por semana,
para no engordar no hay postre
y para no morir, no hay nada.