Ya no eres de donde vienes, eres como un extraño en el pueblo donde creciste, mientras pareces un anciano recordando tantas cosas que te llegan como quien adelanta y retrocede una película.
Tu memoria te regala un bocado de cada quien, te trae a ti aquel olor que no olvidas por nada, la melodía de aquella canción que aún tarareas, te trae a la persona que anhelas.
Con el tiempo lo tomas con calma aunque tengas rota el alma, aunque tengas la voz quebrada, aunque ya sepas que no hay nada.
Al parecer ya es tarde, al parecer ya nada vuelve a ser igual.
Y te llegará como un recuerdo que te pasa por el frente y te saluda, te hace guiño y desaparece… Y quedas con esa imagen en la mente.
Otro día despertarás y ya habrán pasado 25 años. Y habrás aprendido más de las despedidas que de las bienvenidas.
Tus amistades ya poco se acuerdan de ti, unas que otras querrán compartir contigo, ya no será lo mismo, ya no serán aquellas reuniones en las que las cervezas, el asado y los cigarrillos eran el plato favorito sobre la mesa.
Habrás invertido todo. Antes las responsabilidades y prioridades eran segundo plano, jamás pensaste que te tocaría, jamás te llegaste a imaginar verte en situaciones que obviabas, nunca te pusiste a pensar que tocaba procrear, ser padre o madre, cuidar y proteger, y si es necesario llegar a dar la vida por nuestra cría. Luego en un abrir y cerrar de ojos dejas de ser joven y llega un momento en el que los pasos ya son uno y después el otro, ya no serás fulanito de tal, sino el señor de, o el querido abuelo que siempre quisiste tener o ser.
Al parecer ya está por culminar todo, ya es tarde para actuar.
Al parecer ya nada, absolutamente nada, vuelve a ser igual.
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A veces lo único que necesitamos es más tiempo para vivir todas nuestras vidas…