No he conocido a ningún hombre que tuviera mayor capacidad de amor, mayor poder de amar la grandeza de la vida, y no se entenderían sus odios si no fuera porque con ellos protegía la cualidad misma de su amor por la vida, por lo maravilloso de la vida. Breton amaba igual que late un corazón. Era el amante del amor en un mundo que cree en la prostitución. Ese es su signo.
Con una prosa casi poética y un estilo emotivo y exaltado, André Breton escribió el texto fundacional de todo un movimiento artístico: El Manifiesto Surrealista.
Breton nació en Francia el 19 de febrero de 1896 y murió en septiembre de 1966; el escritor participó durante tres años en el movimiento dadaísta (cuya característica fundamental es la oposición al concepto de razón instaurado por el Positivismo), al tiempo que investigaba el automatismo psíquico a partir de las teorías de Charcot y Freud sobre el inconsciente, que había descubierto durante sus estudios de medicina.
El Manifiesto Surrealista postula la existencia de una realidad superior a la que sería posible acceder poniendo en contacto dos mundos: la vigilia y el sueño, que, tradicionalmente, se habían mantenido separados. Reivindicaba la liberación del mundo del subconsciente y con ello una nueva forma de pensar que terminara con la dictadura exclusiva de la lógica y la moral.
Escribió tres manifiestos surrealistas; el segundo (1930) responde a la voluntad de insertar el surrealismo en unas coordenadas políticas y revolucionarias, lo que provocó grandes disensiones en el grupo, pues Breton intentó politizar el movimiento a raíz de su afiliación al Partido Comunista, en 1927.
Sin embargo, en 1935, Breton rompió con el Partido Comunista y viajó a México, donde su relación con Trotski le llevó a redactar un tercer manifiesto en 1941. Entre sus obras destaca la novela Nadja (1928), a la que siguieron otras como: La inmaculada concepción (1930) o Los vasos comunicantes (1932). En 1946 regresó a su país y fundó nuevas revistas surrealistas, al tiempo que mostraba su oposición al realismo imperante en la literatura y en especial a Albert Camus.
Conocido, también, como el “Papa del surrealismo” por la firmeza con la que defendía los principios del movimiento y castigaba con la expulsión a aquellos que se desviaban de su preceptos morales o artísticos. Entre los expulsados se encuentran: Roger Vitrac, Philippe Soupault, Antonin Artaud, Robert Desnos y Salvador Dalí, al que llamó “Ávida Dollars”.
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