“El descubrimiento del LSD marcó uno de los tres grandes avances del siglo XX. En psicología, los psicodélicos han proporcionado la clave para la inmensidad inimaginable del inconsciente”.
– Dr. Duncan B. Blewett
La realidad es impensable sin un sujeto que experimente sin un yo. Es el producto del mundo exterior del “emisor” y de un “receptor”, cuya mismidad más íntima se vuelven conscientes de las irradiaciones del mundo registrad por las antenas de los órganos sensoriales. Si falta el yo en la realidad, sería imposible concretar alguna realidad. Sin el Yo sería imposible escuchar la música de la radio y la pantalla queda vacía.
El LSD no es para todos, o la mayoría de la gente, porque muchos no quieren ver, oír y sentir una realidad aumentada. Una persona bajo los efectos de un psicodélico abandona su mundo familiar y actúa según otras normas, en otras dimensiones y en un tiempo distinto.
Albert Hofmann, químico e intelectual suizo, primer científico en describir la estructura química de la quitina y haber sintetizado, ingerido y experimentado los efectos psicotrópicos del LSD, dijo que gracias a su experimentación con sustancias alucinógenas, descubrió que no existe una sino distintas realidades y cada una de ellas encierra una distinta conciencia del yo. Estas suposiciones lo alentaron a investigar más sobre el uso de la sustancia en el campo de la medicina y ayudar, así, a pacientes con problemas psicológicos.
Hofmann vivió una difícil relación con el LSD, que si bien abrió su mente y le otorgó una serie de experiencias espirituales, también le valió el rechazo de la comunidad científica, pese a ser uno de los químicos más brillantes del planeta.
El cornezuelo del centeno es un hongo que produce un potente alcaloide, la Ergotamina, aislada en 1918 por Stoll, y utilizada para cortar la hemorragia postparto y las migrañas. Albert Hofmann trabajaba para la compañía farmaceútica Sandoz, a las órdenes de Stoll, cuando se convirtió en un experto en estos compuestos. Hofmann inició investigaciones sobre el alcaloide, uno de los derivados de la Ergotamina es el Ácido lisérgico, que a su vez puede ser combinado en la búsqueda de nuevos compuestos con nuevas propiedades terapéuticas. Hofmann siempre lamentó que sus estudios no pudieran utilizarse en el tratamiento de enfermedades, adicciones y como agente terapéutico, pues fue satanizado por la sociedad.
Al inicio no fue una molécula especialmente interesante, por lo que en 1938, y tras su señalamiento, se dejaron de lado sus investigaciones. Pero cinco años después, Hofmann, siguiendo una corazonada, sintetizó 5 mg. más. Decía que le gustaba la “estructura química” que tenía. Mientras recristalizaba la sustancia, Hoffmann notó una extraña sensación de vértigo e inquietud.
Hofmann concluyó que las sensaciones que había experimentado eran consecuencia de una exposición accidental al LSD y decidió hacer una prueba. Consumió un cuarto de miligramo pensando que la cantidad ingerida era insignificante. A los pocos minutos y después de haber escrito algunas observaciones, pidió a su asistente que lo acompañara a casa, pues no sabía qué efectos tendría la ingesta:
“Le pedía a mi asistente que me acompañase a casa, temiendo sufrir los mismos síntomas que en la ocasión anterior. Mientras pedaleaba hacia casa me di cuenta de que los efectos eran mucho más intensos. No podía hablar con coherencia, todo mi campo visual parecía balancearse frente a mí, y los objetos parecían distorsionarse como las imágenes en un objeto curvo”.
La experiencia hizo que Hofmann se interesara en otras drogas alucinógenas, y se convirtió en un defensor de su uso en el área del psicoanálisis y el enriquecimiento personal. Fue crítico con el uso del LSD de la contracultura en los años 60, pues siempre se mantuvo firme ante su declaración:
En uso del LSD conlleva peligros que no deben ser subestimados. Los profesionales deben tener en cuenta los efectos peculiares de estas sustancias, es decir: su capacidad para influir en la conciencia, la esencia más íntima de nuestro ser. La historia del LSD demuestra ámpliamente las catastróficas consecuencias que pueden derivarse de ello cuando su profundo efecto se juzga erróneamente y la sustancia es confundida con una droga placentera.
Hay experiencias sobre las que la mayoría de las personas no se atreve a hablar porque no caben en la realidad cotidiana y se sustrae una explicación racional. Holfmann no se refería a los acontecimientos del mundo exterior sino al proceso interior, que en general se menosprecian como meras ilusiones y se desplazan de la memoria. Justo ahí radicaba la importancia de utilizar el LSD como apoyo a los tratamientos psicológicos.
En febrero de 2007, después de que Steve Jobs dijera: “Tomar LSD es una de las dos o tres cosas más importantes que he hecho en mi vida y Bill Gates sería un tipo más abierto si hubiera tomado ácido alguna vez”, Albert Hofmann envió una carta al fundador de la empresa más poderosa del mundo para que le contara un poco sobre su experiencia positiva con la sustancia:
“Estimado Sr. Steve Jobs,
Saludos de Albert Hofmann. Entiendo por recuentos de los medios que sientes que el LSD te ayudó creativamente en tu desarrollo de las computadoras Apple y en tu búsqueda espiritual personal. Estoy interesado en saber más de cómo el LSD fue útil para ti.
Estoy escribiendo poco después de mi cumpleaños 101, pidiendo tu apoyo para el psiquiatra suizo Peter Gasser, que ha propuesto el primer estudio de psicoterapia asistida en sujetos que padecen ansiedad asociada con enfermedades terminales. Este será el primer estudio de psicoterapia asistida en 35 años y lo estará fondeando MAPS.
Espero que puedas ayudar en la transformación de mi hijo problema en un hijo maravilla.
Sinceramente, A. Hofmann”.
Albert Hofmann murió a los 102 años, un año después de enviar la misiva, de la que no obtuvo respuesta.