Los amantes se miran con los dedos pero se dibujan y se tocan con la boca, dice el escritor mexicano Alberto Ruy Sánchez, quien hace del erotismo las flamas entre las hojas, y hace surgir de los desiertos blancos los oasis del deseo a través de la palabra, ese sonido del pensamiento que hace una cosa del amante, un objeto de aire que de pronto se aviva y late a la temperatura y al ritmo del cuerpo.
Alberto Ruy Sánchez escribe poesía erótica y, como era lógico, hizo de la noche su compañera más fiel. El territorio de las tinieblas es para él el más conocido y luminoso, un camino que le abre puertas a otras dimensiones desde las que aborda la sensualidad y el erotismo que sólo la noche conoce.
Gracias a sus palabras, poemas y narraciones se ha consagrado como uno de los mejores autores eróticos del país.
La historia de la literatura erótica dicta una diferencia casi inexistente entre pornografía y erotismo, en este género se dice que la pornografía es la descripción pura y simple de los placeres carnales; el erotismo es la misma descripción revalorizada, en función de una idea del amor o de la vida social. Todo aquello que es erótico es necesariamente pornográfico por añadidura. Se cree que es mucho más importante distinguir entre lo erótico y lo obsceno. En este caso, se considera que erotismo es todo aquello que vuelve la carne deseable, la muestra en su esplendor o florecimiento, inspira una impresión de salud, de belleza, de juego placentero; mientras que la obscenidad devalúa la carne, que así se asocia con la suciedad, las imperfecciones, los chistes escatológicos, las palabras sucias.
En este sentido, Alberto Ruy Sánchez hace de lo erótico el juego placentero más sutil, bello y deseable. Hace que la lectura se convierta en ese momento en que los amantes tienen ya los labios adoloridos de comerse uno al otro; el momento en que hasta el viento que los toca enciende de nuevo las sensaciones.
Sus palabras son más que una línea de deseo, Octavio Paz lo consideraba “uno de nuestros mejores ensayistas: su escritura es nerviosa y ágil, su inteligencia aguda sin ser cruel, su ánimo compasivo sin condescendencia ni complicidad (…) es también el más raro de los escritores mexicanos, un verdadero poeta cosmopolita que cuenta historias desde un territorio más amplio que un país, porque es el poeta de la piel. Por eso su lenguaje es el tacto, el sentido que implica a todos los demás”, por esta razón, en su poética narrativa siempre está presente, como un principio artístico, el modo barroco de escuchar con los ojos, mirar con los dedos y gustar con el olfato.
Alberto Ruy Sánchez Lacy (Ciudad de México, 7 de diciembre de 1951), es un editor y escritor mexicano, autor de más de veinte libros de ensayo, poesía, cuento y novela.
El eterno residente de Mogador, el escenario de la mayoría de sus novelas y relatos, un lugar que a pesar de la distancia geográfica de México provocó en él una potente sensación de reconocimiento, se ha convertido en uno de los mejores autores de literatura erótica. No sólo este género lo ha consagrado en el mundo de las letras, como ensayista es un respetado e influyente crítico cultural cuyas ideas crean opinión.
Obtuvo un Doctorado por la Universidad de París, ha sido profesor invitado en varias universidades, incluyendo Stanford y Middlebury, e imparte con frecuencia conferencias y seminarios en Europa, África, Asia y todo el continente americano. Este año fue uno de los autores mexicanos que representó a las letras en la edición número 27 del encuentro cultural y literario más importante de Suiza: El Salón Internacional del Libro de Ginebra.
Este es un pequeño poema para conocer el trabajo del narrador, poeta, ensayista y editor mexicano.
“Marabunta”
Cuando te miro
me crece
un ejército de hormigas.
Avanza rumoroso por mis manos.
Me estira la piel.
Se anuncia, no me deja.
Desde mis piernas respiran
un aire diminuto, entrecortado.
Desde el fondo
de mi vientre
presienten la obscuridad
más húmeda
del tuyo.
Como un sol negro
las hipnotizas.
Te huelo y
mis hormigas
se trastornan,
se tambalean.
Te toco
¿o sueño que te toco?
y corren enloquecidas.
Desde el fondo
de mi sangre
apresuradas,
sueñan
que hunden sus dientes
en tu carne,
y en la mordida sienten
tu parpadeo.
Crece en el aire
la anchura palpitante
de labios largos
entre tus piernas,
enrojecidos.
Tu más bella flor
carnívora
saborea sin cesar
el paso tenaz
demorado y repetido
de todas mis hormigas.
Adentro
te descubro
hecha de hormigas negras
desquiciadas,
tan necias como las mías.
En el espejo doble
de hambre y sed
y sed y hambre
que ilusamente llamamos
nuestros cuerpos,
tus hormigas y las mías,
se topan boca a boca.
Se reconocen o se imitan,
se devoran o se extravían
confundidas
entre tantas hormigas
tan mordidas.
En este link puedes escuchar El jardín de voces, cuento narrado por el autor para descarga Cultura UNAM.