La historia que se comparte a continuación fue escrita por Débora Sánchez y está basada en un hecho real.
Aquellas mamás
Era un día lluvioso de otoño y las mamás buscaban afanosamente comida para sus hijos. Vivían en un pueblito que habían construido sin más herramientas que sus propias manos. En el pueblo, los hombres eran los que se quedaban en casa con la excusa de defender a los niños, una farsa obvia para todos: eran el harén de la reina y holgazaneaban todo el día. Las mamás eran las que salían a enfrentarse al mundo en un paraje lleno de peligros.
Después de días de búsqueda infructuosa, las mamás encontraron un manjar dulce con un olor exquisito. ¿Crees que se lo comieron ellas? ¡No! Fueron corriendo a entregárselo a la malvada reina que las esclavizaba, a los indolentes holgazanes y a sus indefensos bebés. Cuando apenas quedaba comida, salvo unas migajas caídas al suelo, las recogieron y se las llevaron a la boca: cansadas, hambrientas… Y en ese momento comenzó el caos: los bebés fueron los primeros que empezaron a gritar; no eran gritos, era alaridos terribles, llenos de angustia, de dolor. Las mamás trataron de levantarse, pero un dolor agudo de estómago no les dejaba moverse. Poco a poco, como pudieron, se arrastraron hasta donde estaban los pequeños y vieron que se estaban muriendo. Lo intentaron todo, pero todo fue inútil, nada suavizaba el dolor de los pequeños y los vieron morir ante sus ojos. Los machos acusaron a las mamás de envenenarlos. Ellas, que habían sido las que menos habían comido, tuvieron una muerte lenta, y vieron cómo poco a poco iba muriendo todo el pueblo por el alimento que tan amorosamente les habían llevado. Y finalmente allí murieron, también, ellas, sobre los cadáveres de sus hijos.
Pero que conste que antes de echar el veneno matahormigas, pedí educadamente a esas hormigas en concreto que abandonaran mi baño. No me hicieron caso.
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Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Floria González.
Puedes apreciar más de su trabajo fotográfico aquí.
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La intensidad de los momentos más cruciales se magnifica con la narrativa, los elementos estéticos del lenguaje y la capacidad creadora de una voz que hila y conduce imágenes como un sueño dirigido. Cortes rápidos, instantes de pausa. Sobre el cuadrilátero, todo luce como una batalla existencial en la que el amor da náuseas.