Te he imaginado muchas veces e inclusive te confundí con varios rostros, meditando que la búsqueda al fin había terminado. Hubieron noches de suspenso en las que pensarte era mi más cálido hábito, tuve días extraños en los que te culpé por el tiempo perdido, en los que alegaba a mis viejas enseñanzas por crearte y elevarte al horizonte.
Te quiero regalar mi corazón completo, quiero estar lista para cuando decidas llegar, pues ahora aún me siento herida, mis entrañas siguen revueltas entre la confusión intermitente.
Anhelo que conozcas lo mejor de mí, incluyendo mis defectos, pues es lo que me hace una mujer real, por esa misma razón estoy preparada para esperar lo necesario, tengo fe en que llegará en el lapso indicado, no estoy perdiendo mi tiempo, estoy aprendiendo a ser la mejor versión de mí.
Sé que posiblemente ambos tengamos asuntos que resolver, por esta razón nuestros caminos aún no se han cruzado, pero el tiempo posiblemente nos irá acercando. Nunca sabremos cómo encontrar a esa persona que se enamorará de tus buenos y malos ratos pero creo que todos lo hemos intentado al menos alguna vez sin éxito, ya no me da miedo caerme porque hoy entiendo que las caídas son golpecitos de realidad ante la confianza excesiva, ante la realidad trastornada, frente a la verdad que nos negamos a ver, ante los cuentos de hadas inexistentes.
Cada segundo en conjunto con las lágrimas y las preguntas sin responder, todo te lleva al mismo lugar, la visión concreta de la distancia que tenemos de nuestros objetivos, peleando ante la tenacidad de una felicidad fugaz que roza ligeramente la perfección. Tal vez nunca llegue, pero siempre estamos dispuestos a seguir buscándolo hasta que perdamos la razón. Nunca permitas que la necedad te robe la esencia, te hurte el tiempo o la conciencia.
Llegarás cuando el destino así lo dicte.