El diario de Ana Frank se ha convertido en un fiel testimonio de lo que le ocurrió a una familia judía durante la Segunda Guerra Mundial, aquella que sufrió el holocausto dentro de un edificio de Ámsterdam cuando intentaban escapar de Alemania para no sufrir las leyes nazis. El libro marcó una nueva visión de este conflicto bélico, y sus cuadernos se conservan en la actualidad. Mientras la familia se resguardaba en unos almacenes de la ciudad, junto con otra familia judía y un dentista, las páginas se utilizaron para describir los sucesos de ese conflicto bélico.
El 4 de agosto de 1944 unos agentes de la Gestapo detuvieron a todos aquellos que permanecían escondidos y los llevaron a diferentes campos de concentración. El único sobreviviente fue su padre, Otto Frak, quien regresó a Ámsterdam. Tras su regreso, una de las personas que le había ayudado a esconder a su familia le entregó el diario de la pequeña Ana: libros y hojas sueltas. En 1947, Otto publicó el libro y el éxito comenzó, convirtiéndose en uno de los libros más populares en todo el mundo.
Se imprimieron miles de copias y se tradujo a diferentes idiomas, en Estados Unidos se hizo una serie de televisión en 1967, y los escritos fueron donados al Instituto Neerlandés para la Documentación de la Guerra, el que más tarde heredaría los textos al Fondo Ana Frank en Suiza.
La fundación que gestiona los derechos de la obra ha declarado que el padre de Ana fue coautor de toda la historia, por lo que los derechos no expirarán en 2015 sino hasta 2050. Hasta ahora, el padre de la niña, Otto Frank, había sido considerado por muchos como el editor del relato pero nunca se le había considerado parte fundamental de su creación.
La decisión aparece como anillo al dedo porque en enero de 2016, los derechos de autor de la publicación vencerían por la muerte de Ana en el campo de concentración de Bergen-Belsen en 1945, por lo que muchos especulan sobre si de verdad su padre fue coautor o no, pues debido a la muerte de su padre en 1980, la fundación Suiza Anne Frank Fonds obtiene 34 años más de duración. El tema se había puesto en la mesa un año atrás, cuando esta fundación planteó la posibilidad de declarar a Otto Frank como el autor del libro, pues, lo interesante fue la manera en la que el padre de Ana ordenó todas las hojas y reinterpretó el texto.
Muchos editores de otras partes del mundo han protestado por esta extraña decisión, tanto de quienes no quieren que los derechos sólo permanezcan a la fundación como de los que aseguran que la fundación dejó que las personas continuaran creyendo que el volumen había sido hecho tan sólo por la niña. La fundación aseguró que lo hizo para proteger el legado de la pequeña Ana, pero el imaginario colectivo nos hace pensar que lo hizo únicamente por cuestiones monetarias.
No sólo parece difícil creer que su padre se haya involucrado en la creación del diario, la historia del porqué Ana comenzó a escribir es bastante convincente: el 28 de marzo de 1944, el Ministro Bolkestein hizo una emisión en Radio Orange, en la que le pidió a las personas salvar sus diarios. Al parecer, Ana escuchó esto junto a los demás y comenzó su diario como un testimonio secreto, convencida que una vez terminada la guerra, usaría su talento para la escritura. Soñó con convertirse en una periodista o escritora famosa. Y si resultaba que no tenía el talento para escribir libros o artículos de prensa, podría escribir para su propio placer. “Pero quiero lograr más que eso. No me imagino tener que vivir como mi madre, la Sra. van Pels y todas las mujeres que creen ir por lo que quieren y después olvidan sus objetivos. Es necesario tener algo además de un marido e hijos. No quiero haber vivido en vano como la mayoría de la gente”.
Aunque el libro se haya escrito por quien haya sido, no dejaremos de imaginarnos a una pequeña niña que nos cuenta sus anécdotas y el peligro diario de vivir escondida de la guerra, pensar en quien le puso a su diario Kitty para no sentir la absoluta soledad de un lugar sin comunicación con el exterior, en el que debían permanecer sin la opción de ver la luz solar. Tal vez su padre haya acomodado o reacomodado su escrito, pero Ana Frank dejó todo su corazón en él.
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Referencia: Il Post