En el siguiente poema de Ángel Cuevas, el ser amado pasa a través de la mirada del que ama. Cada detalles, cada matiz, cada rincón del cuerpo se congela en un recuerdo imborrable.
UNA MIRADA A TRAVÉS DE MÍ
Dejemos atrás esos labios sabor a durazno,
tu figura que al paso arrebata miradas
tu vientre que desnudo parece cincelado.
No, no es nada de eso superfluo a lo que escribo,
resto importancia a las venas de tu cuello
que extraños ansían besar.
O al contorno de tus muslos marfilados,
Resulta nulo para mí escribirle a tus mejillas,
a lo suave de tu sexo, a lo cálido de tu pecho.
Me he tomado esta noche para desmembrar
ese algo que sólo yo veo,
que ya he hecho mío, que he disfrutado.
Esa manera en que alacias tu cabello en la mañanas,
la manía de aterrizar de la cama con el pie derecho,
tu forma especial de pronunciar amor,
tu forma de escribir,
tu miopía que detestas pero que me permite acecharte sin que te des cuenta.
Esos pies torpes, tu andar descuidado,
la manera en que sorbes café,
los baños interminables que tomas
y esa manera de brindar con vino mientras lloras una derrota.
La forma valiente de presumir tus cicatrices
y sin gota de maquillaje presumir los años.
Tus manos nerviosas, tus ojos mal delineados,
tu don de llegar tarde a cualquier lugar, menos a mi vida,
la obsesión por el color negro,
tu miedo a las mariposas,
las pecas de tu espalda que no gustas presumir,
la ferocidad al defender lo tuyo
y lo infantil que puedes ser…
Esta noche sólo he escrito a todo aquello que siento mío,
cuando delicadamente dejas tu bolso, tomas mi mano y caminas junto a mí.
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