Estamos sentados en una sucia banca de parque, y me estás contando una historia extraña sobre amores perdidos, heridas y olvido.
No logro ponerte mucha atención porque me hipnotiza la forma de tu mentón, redondeado y fino como el de un príncipe. Empiezo a recorrerte entero… Tienes una forma de cruzar las piernas demasiado delicada pero, de alguna manera, va muy bien contigo. Tus manos están cruzadas sobre tu regazo y tus dedos juegan inquietos, por lo que adivino que tu historia ha tomado un tono trágico. Miro tu rostro: has bajado la mirada hacia tus manos, justo donde hace un momento estaba la mía. Te has quedado callado, como no te he estado escuchando muy bien ignoro qué fue lo que te puso así. Seguro un recuerdo amargo se te atravesó en la garganta y no puedes continuar. Quisiera decirte algo, pero me da miedo romper ese halo de tristeza que te ha cubierto. Si te vieras así, tan frágil y perdido. Tan indefenso, tan vulnerable, tan a punto de romperte…
Cierras los ojos y aprovecho para soltar la respiración que he estado conteniendo para no perturbarte. Me esfuerzo en recordar la últimas semanas y me doy cuenta de que has actuado distinto… como cauteloso. Quizá por eso estamos aquí, por eso me has citado en este parque anónimo. ¿Estás pensando lo que creo que estás pensando? ¿Acaso esperas que…? Será mejor que tú me escuches primero…
No sé cómo decirte que esto fue un accidente. Sí, un accidente. Porque estas cosas suceden así. Porque estar frente a ti es el último eslabón de una cadena larguísima y enredada: algo que ni tú ni yo imaginábamos. Fue verte pasar altivo e indiferente, escucharte reír a la distancia, mirarte de reojo entre la gente. Fue hablar algunas veces -siempre con la negación en los labios- de cosas sin importancia. Fue saludarnos y coincidir de vez en cuando. Fue descubrir, con sorpresa, que empezaban a rondar en nuestra mente pensamientos sobre el otro y sentir culpa…
¿Cómo le llamamos a eso? A veces las cosas no tienen nombre, a veces son sólo dos personas aburridas, ociosas y confundidas. Pero ahora que estamos aquí, que hemos llegado hasta este punto, debo decirte que no espero nada, que no quiero nada; que mi deseo es pasar junto a ti algunas tardes, hablar algunas noches. Nada más. No quiero pensar en ti todo el tiempo, no quiero volverte mi prioridad ni cifrar sobre ti mi futuro. No quiero construir nada juntos ni caminar por el mismo sendero…
Antes de que asomen a tu boca las palabras erróneas y yo no pueda contenerme a darte una respuesta instintiva; antes de que toda una catástrofe se nos venga encima; antes de que lo preguntes, quiero decirte que te amo… más o menos.
**
El amor es una enfermedad y lo único que podemos hacer es sobrevivir lo mejor que se pueda.