Hay cosas que bajo la sombra de lo secreto se engrandecen, pasiones que en lo prohibido se disfrutan más. En el siguiente texto de Chizo, una pareja descubrirá que los besos con sabor a culpa también son dulces.
UNA DE DOS
Pásate y acomódate a la orilla de la cama. Tranquila, es temprano, aún nos queda piel por descubrir. Te quitas los zapatos con todo y remordimientos, me acerco a ti y escucho tu corazón que habla a gritos. Él titubea, tú no. Y los botones se escapan entre los dedos. No quieres luz, para ti la primera vez desnudos no necesita ojos, quieres amagar la vergüenza sólo con sombras. Concedido.
Y te posas encima de tu curiosidad reprimida, te escondes de los ojos ajenos, clausuras los avisos inoportunos de quien piensa que te tiene feliz y sólo te tiene. Experimentas.
Esta euforia de lo prohibido nos hace la maroma más placentera. Te quitas un seno y me lo pones en la boca; en un rato lo has de reclamar para llevárselo completo al que te revisa el cuerpo más por celos que por complacencia (mira si será tarado. Busca lo que ya tiene y de tanto tenerlo, se preocupa más por cuidarlo que por complacerlo). Te encargas de beber y escupir al mismo tiempo, no quieres evidencias, dices que te las tatuarás donde nadie las vea. Las hormonas.
Me pones una mano encima y me besas con sabor a culpa, ese sabor que te moja la entrepierna. Me arrugas los muslos y acto seguido me los planchas con el vaho de un gemido. Acabas, acabo. Y el rubor en tus medidas te regula el pulso y te acomoda de peluca la razón.
Y me pongo a decirte tantas cosas con el delirio de la fruición. Que no me acostumbro a verte escondida. Que la vida es sólo una. Que tienes el pecho lleno de tantas cosas que no lo llenan y las piernas vacías por las noches. Que tu perfume huele a sociedad y buenas costumbres. Que tus sesos están reventados de aguantarse las ganas. Que amaneces con el hambre puesta y te desayunas un beso que no moja ni hurga. Que a tus caderas les asfixia la pasión cada vez que las apresan por obligación. Que hay tanto que quieres saber y no te quieren dar a enterar.
Y es que no saben, no saben que cuando besas arrebatas dos besos por labio, que cuando rasguñas te derrites el pudor subcutáneo. Y yo tan solo como una esquina, que es sólo una y sin par. Tan lleno de libertad que escudriña por donde los demás prefieren ponerse a cuidar. Y yo tan solo como un paréntesis en tu vida, con la firme intención de conocerte de paso y saber que de vez en cuando pudiste regalarme el retrato de cerrar los ojos y arrugar la nariz.
Voy a ponerte una canción, la cantamos juntos, nos vestimos y nos decimos adiós que dentro de un rato será distinto. Yo a abrazarme los brazos, y tú llegando a casa, a la hora justa y con el pelo seco pero recién lavado.
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