Estamos acostumbrados a relaciones desechables. Cada vez esta incómoda verdad se hace más evidente y esto podemos confirmarlo con el uso general de las redes sociales.
Desde nuestra pantalla de inicio desfilan, por decenas, fotografías aderezadas con palabras que nuestros “amigos” comparten con el mundo. Justificamos las horas que pasamos subiendo contenido y repartiendo “likes” a diestra y siniestra, diciendo que es una manera de comunicarnos. En el fondo sabemos que esto es falso.
¿Sabes realmente cómo se siente tu compañero de clase al subir una frase deprimente a la que le diste “me gusta” por identificarte con lo que dice?, ¿es verdad que tu amiga de la secundaria −esa que sube cada semana un collage de su recién matrimonio− se siente en realidad feliz?, ¿conoces los miedos que tu amigo de la infancia tiene desde que se mudó a Chicago?
No sólo los filtros propios de la dinámica del internet dan una falsa idea de comunicación. Si lo piensas con detenimiento, puede que este mismo desconocimiento lo tengas de tu mejor amigo, tu pareja o tu hermana.
Oír no significa escuchar. La diferencia puedes percibirla en ti mismo: cuando tienes una charla con alguien y lo único que haces es preparar una respuesta que hable de ti o tenga relación con lo que tú sientes, piensas o has vivido, no estás escuchando.
Resulta paradójica la preocupación que tiene todo el mundo por ser escuchado y la poco –o nula− importancia por escuchar. Si todo el mundo quiere ser el hablante, ¿quién los escuchará? El mundo parece ser una gran fiesta con la música a todo volumen, donde nadie se escucha. Sólo hay balbuceos.
Erick Fromm, quien ha creado puentes conceptuales desde el psicoanálisis, la filosofía y la psicología social, conoce bien los fenómenos de comportamiento moderno. Sabe de las flaquezas de lo humano.
“El arte de escuchar” es una publicación póstuma producto de la transcripción de un seminario impartido en Suiza en 1974. Este libro da una luz sobre la escucha, que contrario a lo que podríamos creer, resulta ser un acto de amor.
Además de las condiciones actuales, olvidarnos de nosotros mismos no es algo sencillo. Un egoísmo natural que se acrecienta con la sociedad en la que nos forma se erige como muro infranqueable ante los otros.
Según el propio Fromm, éste es un fenómeno muy moderno y una cuestión muy difícil de resolver: El hombre organizado moderno se encuentra “enajenado, narcisista, sin relación, sin interés verdadero por la vida”.
¿Cómo estando en esa condición podemos despegarnos de nosotros mismos e interactuar de manera real con otro? Fromm ensaya algunos principios:
Máxima concentración del
oyente
No, el final de la serie no es lo que importa ahora, tampoco lo que vestirás el día de la fiesta ni los resultados del partido de ayer. Toda tu atención es para la persona que está delante de ti. Debes centrar toda tu atención en ello.
Escuchar es tu prioridad
En tu mente no debe haber nada más importante. Tu prioridad es la otra persona. Para una escucha atenta es indispensable estar libre de ansiedad y codicia. Los temores personales déjalos a un lado, al menos temporalmente.
El escuchado debe tener libertad de expresarse
No interrumpas, no juzgues. Permite que quien habla puede aterrizar sus ideas, darles forma y manifestártelas.
Empatía
Esta palabra, tan manoseada en los manuales de autoayuda, tiene un sentido primordial. Tomada del griego, empatheía significa sentir la afección del otro. Romper la barrera entre ambos y ser capaz de instalarse en el sentir de alguien. Según Fromm, este nivel de empatía sólo es posible superando el temor de perderse uno mismo.
Entendimiento y amor
Citando a San Agustín, “no es posible, en verdad, amar una cosa sin conocerla”. El entendimiento y el amor van de la mano, no puede ser de otra manera.
Aprender a escuchar para aprender a amar es un arte. Por eso hay que esforzarnos en hacerlo de manera adecuada.
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Que la libertad sea nuestra amante en esta y todas nuestras vidas
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Fuente:
Brainpickings