Te presentamos un cuento que evoca aquella juventud perdida de Belén Bianchi…
Un día estás tomando sol en la “quinta” de una amiga, comiendo el mejor asado de tu vida, a plena pileta. Al otro, andas por los pasillos, encontrando amigos, esos que aquella vez te regalaron su arte a la parrilla.
Te encuentras en Retiro con quienes, como tú, acompañan todo esto. Y vas militando los pasos que se acercan a la villa.
Entras saludando, saboreando el gusto a “profe” que te dicen a los ojos, inclinando la cabeza, viéndose pasar. Y vas reclutando a las chicas que vuelven del colegio para ir a jugar.
Si no se suspende por frío, mira si se va a suspender por lluvia. Entonces nace el hockey de pista.
Güemes siempre te recibe con su fiesta popular. Fútbol, bicis, criaturas, perros y sus cacas se entremezclan en la euforia de entrenar.
Y el equipo lo va sintiendo. Y la sangre brota, impulsiva, desde el latido más sincero, esa semilla de pasión. Así que no te cruces mientras Las Leonas de la 31 están jugando.
Cada lunes se aprende que elongar, es el superhéroe para aguantar el miércoles sin lesiones.
Bichito es la mejor escuela para ganar en sintético. La ventaja que te da el suelo es cómplice del cielo para triunfar. No porque se tenga suerte, sino porque se sabe jugar.
Oscurece como lo hace siempre la rutina y aún así, el miedo, el miedo del ajeno, no se asoma.
Esa noche me di cuenta que soy parte del lugar. Que estoy acá porque quiero, porque quieren quererme y los quiero.
La luna nos banca el frío en diagonal, alumbrando la ilusión de cada una.
El sol pega de lleno sobre el cemento, calentando el corazón.
Y no me cabe duda, Saúl nos protege desde el muro, elevado como un Dios, inmenso e inmortal.
Será el olvido quien deba retirarse de este suelo, de nubes que florecen a cada rato, embelleciendo al mundo. Pintando de azul y rojo intenso toda esta libertad.
Es el esfuerzo de los grandes, lo que nos hace más. Esa fuerza de la unión que todo lucha, que todo avanza, que todo puede. El compañerismo, hermandad.
Un equipo forma familia en un cuadradito de la villa. Pero las familias son árboles que tienen alas.
Y confirmás ser uno más. Y ahí, encontrarás felicidad. Y te importa un pito medirte con el otro cuando juntos somos lo mejor.
Aquí, donde la cumbia celebra tu existencia. Aquí, donde la alegría es de todos. Aquí, donde insistimos, perdonamos, y podemos siempre más. Aquí, donde bajamos la guardia para aceptar los desafíos. Aquí, donde comprobamos por nosotros mismos que somos capaces de todo.
Aquí, donde el compañero que es amigo y es hermano, importa tanto como yo. Aquí, donde lo simple nos da felicidad, donde la sonrisa es amor, donde la frustración es visitante pasajera del logro conseguido, del dribling que a la decimonovena vez salió.
Del salta-pelotita que todavía cuesta. Del pase que hay que aprender a dar un toque antes para llegar al área. Del gol que la próxima vez no nos mofamos De la definición de revés a la que cada entrenamiento damos batalla. Del taca-taca, del pichuleo, del “¿qué cobras?”. De la injusticia del pie que el referí no ve.
Visitante pasajera de los sueños que mantienen a cada uno de estos guerreros, ileso.
Un día te encontrás en la completa realidad de apreciar literalmente lo que vale, sin monedas.
AQUÍ NO SE RINDE NADIE.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Rob Woodocox.
