“Autobiografía de un sicario”
Fui el paso de la ceguera hacia el brote de tu vista,
quien escuchó por vez primera los aullidos de tu madre por ti, por mí.
Yo fui tus cosquillas, el lamido de Idefix de tus labios a tu frente,
los brazos de tu padre.
El equilibrio sobre dos ruedas, la costra arrancada de tu rodilla;
tu primer domingo; un ratón escondido en tu lonchera.
El beso de Sofía, los Reyes Magos, el baño de antojitos Chely en la carretera a Veracruz,
el domingo de tu compañero.
Fui tu graduación, el no volver a casa, la coagulación del estómago abierto de Inés, el aborto,
la última mirada de tu hermano al llamarte sicario.
Comprendiste tarde que tu sonrisa no era yo.
De vez en cuando, soy la luz que calienta tus pies a las once y cuarto,
pero la tarde es el anochecer de nuestro cuarto de cemento:
no creo que las estrellas puedan contemplar nuestras noches muertas.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Elliott Dunning.