Las despedidas son como una astilla que se nos clava en el pecho y nos causa un dolor insoportable:
Me basta con que sepas que me costó irme a tus orillas,
que después de este sueño finito viví mis días pensando en por qué se empeña el cielo en recordarme tus ojos,
y es que la pasé pensando y recorriendo lugares tan solos y viejos
que en un principio no lo parecían contigo,
y me basta con el destino para ponerle fin a la idea de que juntos no estaremos.
¡Qué verano más triste nace en mis ojos!
Y me basta con que lo sepas,
que me duele no verte,
no por lástima o esperanzas sosiegas,
sino para demostrarte que la vida continua en este Universo y que aún es bonita,
más bonita si nunca se acaban los recuerdos.
Y sé que lo sabes y que te basta también con sólo eso,
que nuestros momentos fueron eternos en el tiempo que compartimos este amor al que yo pienso le faltó,
por lo menos,
dos eternidades más y un suspiro volando al cielo
nada va de culpas,
ni remordimientos,
cada quien se va con sus cicatrices en silencio,
los errores envueltos en un puñado de ‘te quiero’,
sin saber que lo único que basta es encontrarnos de nuevo,
poder llamarnos amigos
y compartir las cosas que tanto nos llenaban
sin quedarnos callados,
tampoco mentiras,
como por ejemplo,
que me encantaron los veranos que nacían en tus hombros,
esos momentos bellos cuando el ‘big bang’ acontecía al abrir tus ojos,
decirte que te sufrí,
pero también fui feliz,
adoré tus sonrisas
y el silencio que penetraba las tardes cuando yacías en mis piernas,
y verte dormir era,
como siempre,
como nunca,
la mejor forma que el Universo tenía de demostrarme que lo tenía todo en la vida.
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Quizá después de atravesar una despedida, estos poemas para una noche de autodestrucción te ayuden a superar lo que aún te duele.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Lena Lee Ghelan.