Llegué retrasado y con resaca a la cita. Era mi onomástico número treinta y cuatro. Me esperaban unos amigos cincuentones. Me gustaba relacionarme con gente mayor. Al menos no traían la preocupación de la crítica social cargada en sus espaldas. A esa edad, o estás completo o te quedaste en el atolladero de tus fantasmas. El día era soleado, el viento lucía quieto. Mis amigos eran una pareja de motociclistas bien recorridos. Alondra, la mujer, parecía de cuarenta: cuerpo bien trabajado y cuidado. Alfonso, como buen motorista lucía una greña desaliñada y unos vaqueros desgastados. Ambos eran la pareja perfecta. A su lado estaban sus hijos, nunca les había visto.
Me los presentaron orgullosos :Luis , el mayor , un arquitecto educado me saludó con gracia.Melissa la pequeña de unos 28 años me sonrió con soltura. Tenía un cuerpo esbelto y una mirada retadora, llevaba un vestido ligero que dejaba ver el encaje de sus bragas. Observar aquel panorama me animó a celebrar con fuerza. Nos sentamos a la mesa mientras pedimos las bebidas. ¿Un vino? Porque no… ¿Qué tal un tequila? Bueno… ¿Una cerveza para el calor? De acuerdo.
Ordenamos a la par que charlábamos. Alfonso contaba sus aventuras en las pistas y carreteras. Alondra se tomaba fotos con su pequeña . Si no las conocieras jurarías que eran hermanas. Ambas tenían buena pinta. Luis reía, bromeaba, bebía.Yo especulaba, calculaba y también me carcajeaba. Llegó la cuenta y con ello el pastel y un buen digestivo. Uno a uno se levantaron a darme el abrazo respectivo. Cuando tocó el turno de Melissa, percibí su cuerpo restregarse al mío. Sentí que me empalmaba por lo que apure el gesto para evitar que los presentes lo notaran. Al cabo de un rato nos dispusimos a pasear por ahí. La noche asomaba, ya daba muestras de apogeo. Alfonso y Alondra paseaban cual novios universitarios. Realmente se disfrutaban.
Luis bromeaba con Melissa sobre la cotidianidad humana. Yo caminaba expectante observando el panorama con cerveza en mano. Pasaron unos minutos y mis amigos comentaron : “Estamos cansados, creo que por hoy ha sido suficiente”. Luis secundo a sus padres y bostezó a la par que expuso: “también estoy cansado, ¿nos vamos hermana?”
Melissa me vio de pronto, su mirada reflejaba su deseo. Tardó un instante en reaccionar.
-¡Yo quiero quedarme un poco más!
Silencio breve.
Su padre respondió:-Pueden quedarse ustedes, sigan celebrando.
Ella sonrió, yo sonreí , Luis comentó:-Yo paso, estoy cansado, además mañana tengo trabajo…
Melissa se acercó a mi hombro y susurró:
-Espérame un poco.
Le di un buen trago a la cerveza y asentí. Sus padres le escucharon, ella exponía al parecer las razones por las que ansiaba seguir celebrando. Alfonso se acercó a mí en tono solemne, sin recato me abordó.-¿Te haces responsable de mi pequeña? Ella casi no sale desde que llegó a nuestra casa, confío en ti pues eres un gran amigo.
Respondí en el mismo tono.
-Seguro Alfonso, no te preocupes, yo la llevo a casa sana y salva.
Nos despedimos. Esa familia me agradaba.
Una vez solos, nos despojamos de todo protocolo.
-Así que cumples treinta y cuatro, ¿cómo te ha tratado la vida ?-No me quejo – -¿Conoces un lugar para bailar?-Conozco un buen bar – respondí.-Vayamos …
Nos enfilamos al sitio. Para ser domingo el ambiente estaba en su esplendor. Ordenámos cervezas y tequila. Desde allí comenzó el desnudo sin tapujos. Divorciada y frustrada, Melissa estaba aburrida de los hombres y sus detalles.-Todos los que se me acercan me fastidian, son muy delicados y caballeros, pusilánimes abundan por doquier.
Yo asentía y escuchaba.
-Mi ex esposo nunca me tocaba, sólo alzaba la mano para soltarme un buen golpe. Al principio me aterraba, pero sólo un poco. Después lo mandé a tomar por culo. Fue un infierno de unos meses, suficientes para dejarle. ¿Sabes? Hace mucho que no siento un hombre en mis entrañas, de hecho sólo una vez he gozado de mi cuerpo en compañía. Si tan sólo tuviera un hombre disponible, un macho verdadero y no payasos temerosos, creería en el amor. Ahora sólo creo en esta cerveza.
Alzó su tarro buscando el mío y bebió. Como testigo yo seguía expectante, ella traía ganas de desfogarse. No la detuve.-Cada semana salgo con mis amigas y sólo se acercan tipos que quieren bailar, me tratan como a un jarrón de porcelana, me invitan cafés, uno que otro trago y me hablan de tonterías, cosas que apagan mi espíritu, ¿comprendes ?-Intento – respondí.-Si tan sólo un macho me hiciera sentir…
En ese instante la tomé de los cabellos y la acerqué hacia mí. La besé con fuerza, introduje mi lengua en su boca mientras mi brazo derecho apretaba su culo. ¡Dios santo! ¡Qué culo! Erecto, duro, firme.
Sentí su movimiento y jadeo. Aullaba por ser poseída. Le solté el culo para agarrarle su pierna, ¡qué piernas! Pecosas, blancas, torneadas y calientes. Se me empalmó el chisme sin regateo. Jadeaba más fuerte, aunque la música le opacara. Ordené la cuenta, salimos con chispa. Subimos a mi auto, un bluebird del 67, discreto. Una vez adentro comenzó a contonearse. Le metí mano entre sus piernas. Estaba empapada. Hice a un lado su braga e introduje un par de dedos. Aquello era un volcán en erupción. Melissa gritaba, jadeaba, se contoneaba con fuerza y locura. En trance estaba, desbocada se tocaba con sus manos su cuerpo, sus senos erguidos y pequeños decoraban el momento. Mi bluebird se tambaleaba a la par que seguía en marcha. Me bajé la cremallera, Melissa se inclinó y comenzó a acariciarme. Agachada hacia mí y yo al volante estiré mi brazo derecho buscando con mis dedos su fuego. Introduje un par en el ojo del culo. Gritó extasiada. Succionó con más ganas. Me empalmé por completo. Abrió más sus piernas para recibir los dedos a placer. Introduje un par en el ojo y otro par en el volcán. Eso provocó que ella gritara y se suspendiera por un instante en el aire. De sus ojos brotaron lagrimas… De su boca se desataron alaridos, su cuerpo era un huracán en llamas. Tomó mi mano derecha y se la introdujo sin reparo entre sus piernas. ¡Qué calor se sentía dentro! Ardor, abandono, ansia, locura, fuerza. Se contoneaba con sonrisa endiablada …-Dime que tengo cuerpo de impacto. ¡Dímelo!-¡Tienes un alma con fuego! -Aparca aquí. ¡Ahora !Obedecí al momento.
Estacioné el cacharro, se trepé entre mis piernas. Embonó de maravilla. Comenzó a moverse en círculos mientras yo le apretaba el ojo y su cabellera. Jadeaba a ojos cerrados. La sinfonía la dirigía , yo sólo armonizaba. Gritaba como ninguna, lloraba como pocas, disfrutaba a sus anchas. La tomé de pronto y la incliné hacia la puerta del copiloto. Abrí sus piernas con las mías, la embestí a dos tiempos y momentos. Arriba, abajo. Tomaba sus cabellos mientras ella se acariciaba sus pezones. Los cristales estaban empañados, aquello parecía la niebla en medio de la nada. Aunque la nada lo era todo. Seguíamos cabalgando entre la bruma de nuestra candela cuando me pidió que le atizará.-¡Pégame cabrón! ¡Dame duro! ¡Hazlo como los hombres!Comencé a darle en sus piernas, le aticé un poco en su espalda. Me pedía más fuerza, me retaba. -¡Vamos hombre! ¡Quiero sentir la virilidad a tope!
Una vez dicho aquello le abofetee sin reserva. El culo, las piernas, la espalda, la voltee de frente, admiré su rostro gozoso, sus ojos brillaban, estaban vivos, frescos. Le reprendí en su abdomen, mordisqué con rudeza su entrepierna, tragué sus líquidos, lamí sus brazos, la cargué entre mis brazos y la aventé a la parte trasera. Melissa gritaba, aullaba e imploraba por más de aquello. Proseguí con sus senos, los mordí hasta dejarlos rojos e hinchados, rasgué su espalda y pierna izquierda mientras ella se masturbaba. Yo hacía lo propio, listo para hundirme de nuevo en su cráter.Arremetí con esmero sin dejar de abofetear sus partes .De repente se contrajo, su abdomen vibró, sus piernas temblaron sin parar y ella arqueó su espalda y bajó sus brazos… Gritó tan alto como el cielo. Se acalambró de lo lindo. Sentí que me inundaba por completo, observé su semblante, comencé a conocer un poco su esencia.Después de siete espasmos y una conmoción de ensueño abrió los ojos. Le di un beso largo y profundo.Ella se expandió por completo, se levantó del asiento, me mostró una mirada de cachorro, sentí un poco de amor en el aire. Ella volvió a la carga tocándose sus senos y piel húmeda.
-¡Vamos de nuevo macho! ¡Quiero ver el amor mientras me cacheteas el alma!Débil yo, ardiente ella retomé nuestro delirio en medio de la niebla. La noche era más oscura. La pasión iluminaba nuestros cuerpos. Mi pequeño bluebird aparcado y tambaleante atestiguaría una vez más el encuentro. Ya era de madrugada, había rebasado la edad de Cristo. Alfonso y Alondra roncaban a pierna suelta.