Diego Luna regresa al teatro con gran vitalidad y energía para dar vida a Mateo, narrador de su historia de amor con Sara: de sus despedidas y sus reencuentros.
Mateo, refiriéndose a una fotografía de la Tierra, dice: “En ese punto azul, casi imperceptible, es donde suceden las pequeñas historias”. Así da inicio un intenso monólogo que se maneja entre lo trágico y lo cómico.
Cada vez nos despedimos mejor es una sucesión de pequeñas historias enmarcadas siempre por un contexto político, en las que Mateo persigue por más de tres décadas a Sara, pero al mismo tiempo corre detrás de la desgracia, que en una carrera circular logra sorprenderlo algunas veces antes, otras después.
La obra, con un fuerte discurso político, aprovecha las manifestaciones, movimientos sociales y elecciones presidenciales como escenario de la historia de amor entre Mateo y Sara, pero al mismo tiempo crea un referente del contexto histórico y político de México en los últimos treinta años. Entre los trágicos escenarios de sus reencuentros podemos encontrar: Acteal, Atenco, el atentado de Morelia en 2008, la participación de un candidato presidencial en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara donde no pudo mencionar tres libros que marcaron su vida, hasta la toma de posesión de ese mismo candidato.
Pero no todo es política, también hay instantes de gran intensidad y belleza marcados en su mayoría por tres elementos que se encuentran dispersos en la escena, se trata de tres cámaras: una cámara estenopeica, una cámara de formato medio y una Polaroid instantánea, cada una, como sus propios mecanismos, será una metáfora de la duración, la intensidad y la alegría de sus encuentros.
El escenario, prácticamente libre de elementos, permite que Diego Luna muestre su talento como actor. La iluminación juega un papel importante, al mismo tiempo que la ambientación sonora, a cargo de Alejandro Castaños, quien desempeña un trabajo preciso y notable, pues crea el ambiente idóneo para cada uno de los apasionados sucesos que narra Mateo.
Trabajando de forma inteligente el humor negro al que nos tiene acostumbrados, Alejandro Ricaño, autor y director de Cada vez nos despedimos mejor, se apunta otro triunfo en su corta pero exitosa carrera, desarrollando un estilo propio que lo convierte en uno de los más destacados escritores jóvenes en su género, con obras como Más pequeños que el Guggenheim, que regresó este año con una corta pero exitosa temporada en el Teatro Helénico, y Riñón de cerdo para el desconsuelo, que se estuvo presentando durante la Temporada Teatral de Otoño 2013 en la UNAM y que despertó gran interés.
Cada vez nos despedimos mejor se presenta en la Sala Chopin: Álvaro Obregón 302, Col. Roma, los viernes: 8:30, sábados 7:00 y 9:00 pm, y domingos: 6:00 y 7:30 pm.