La Realidad, Planeta Tierra,
sábado, 7º mes desde tu partida.
La última de las cartas. La tinta se agota, tu ausencia se acaba, la soledad hizo efecto.
Si estás leyendo esto es porque me he disparado… disparado con la memoria de tus besos y el fantasma de tu ausencia que a todos lados me persiguen.
Este es el séptimo mes desde que inició tu viaje. La angustia por tu ausencia ha recorrido mi cuerpo, ese territorio marcado por tus besos. Una luz de alegría se enciende al fondo, al recibir el mensaje que avisa el estridente regreso de mi amada.
Puede que no vea ese rostro del que estoy enamorado, esos labios que deseo besar, o esos ojos que me gusta mirar cada vez que me atacas con cariños el primer día de tu regreso. Pero, seguramente, mi alma quedará saciada al darse cuenta qué tan cerca de nosotros estás.
Seguro encenderás de nuevo las luces de esta ciudad, en la que el huracán de mi corazón, provocado por la tormenta de tu amor, ha hecho su hogar. Seguramente se acabará mi duermevela, y entre tanto ruido, entre todo este silencio, podré dirigirme en cámara lenta a tu encuentro, para menguar la distancia entre los dos, para darte un beso durante tu próxima visita. Seguramente cuando caiga la noche de ese día, mi alma encuentre la cura para todos sus males.
Puede ser que falten kilómetros para ese día, pero recorreré centímetro a centímetro sólo para estar contigo.
Mientras ausente estás, trataré de llenar el vacío con tus recuerdos. Recuerdos que llevo conmigo.
Ya no espero tu regreso, porque ya me he ido.
Ahora soy yo quien esperaré tu vista.
Tuyo, siempre eternamente.
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Sentir cómo el adiós se anida a nuestra garganta, nos presiona el pecho y hace que se nos acelere la respiración, no son los mejores momentos por los que pasamos en la vida, pues todos hemos tenido miedo de decir adiós…
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Paolo Raeli.