“Si un libro aburre, déjelo. No lo lean porque es famoso. No lo lean porque es moderno. No lo lean porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo. Leer es buscar una felicidad personal, un goce personal. Si no caemos en la tristeza de las bibliografías, de las citas”. Así afirmó en una de sus últimas entrevistas el escritor y erudito argentino, considerado una de las grandes figuras de la literatura en español del siglo XX, Jorge Luis Borges. Por el contrario, Daniel Divinsky, abogado y editor argentino, fundador de la reconocida Ediciones La Flor, explica al diario El Clarín que en una época se identificó con quien, según su memoria, era Albert Camus.
Divinsky cuenta que el escritor francés, autor de obras clásicas como El extranjero y La peste, sentía asco por la gente que dejaba los libros empezados, “como si abandonaran latas mordisqueadas de paté”. Asimismo, el editor reflexiona sobre darles segundas oportunidades a los textos para que atrapen: “Y si no sucede, dejarlos sin remordimientos”.
Confesiones de biblioteca
En junio de 2015, en conmemoración del ducentésimo aniversario de la derrota de Napoleón Bonaparte en la batalla de Waterloo, la Biblioteca Pública de Nueva York (NYPL) encuestó a sus libreros y les preguntó qué obra clásica los había derrotado y nunca habían podido finalizar. Dos años después, en vísperas de Navidad, la NYPL publicó cuáles habían sido los libros que los usuarios, vía redes sociales, declararon como imposibles de terminar. A continuación, los cinco títulos mencionados.
La broma infinita, de David Foster Wallace
Con más de mil páginas y considerada por la revista Time como una de las cien mejores novelas escritas en lengua inglesa, La broma infinita se escribió durante tres años hasta su publicación en 1996. Su autor, el estadounidense David Foster Wallace, confesó en una entrevista que la estructura de la novela imita un objeto matemático llamado Sierpinski Gasket, una estructura fractal creada cuando subdivide recursivamente un triángulo equilátero en triángulos equiláteros cada vez más pequeños hasta el infinito, de modo que tres triángulos encajan en el triángulo principal con sus vértices en los puntos medios de sus lados, y a su vez se subdividen en tres triángulos más, y así sucesivamente. “Su caos está más en la superficie, sus huesos son su belleza”, explicó Wallace, quien se suicidó en 2008.
Dada a su extensión y a la diversidad de temas que aborda, se le puede clasificar simultáneamente en los géneros de sátira, novela posmoderna, novela existencialista, ciencia ficción, tragicomedia, distopía, novela filosófica, novela política y novela psicológica. En la obra predomina la preocupación por las adicciones en todas sus formas, desde aquellas derivadas de las sustancias hasta las múltiples dependencias que ha construido la sociedad estadounidense; el entretenimiento, el miedo a la sinceridad y la angustia que produce una libertad que nunca está bien definida. “La broma infinita es increíble, pero nunca puedo pasar de la página 300. Es demasiado para procesar”, expresó una tuitera en respuesta a la encuesta de la NYPL.
Las obras de Shakespeare
“Me encanta Shakespeare, pero toma tiempo entrarles a muchas de sus historias”, confesaron vía Twitter a la NYPL. Dice Luis Alberto de Cuenca, del diario ABC de España, que leer al más famoso escritor inglés “es siempre un placer, nunca una obligación”. Jorge Luis Borges escribió sobre él: “Shakespeare es el menos inglés de los poetas de Inglaterra. Comparado con Robert Frost (de New England), con William Wordsworth, con Samuel Johnson, con Chaucer y con los desconocidos que escribieron, o cantaron, las elegías es casi un extranjero. Inglaterra es la patria del understatement, de la reticencia bien educada; la hipérbole, el exceso y el esplendor son típicos de Shakespeare”.
Quien fuese conocido como El Bardo de Avon dedicó a su actividad como dramaturgo 14 comedias, 10 tragedias y 10 dramas históricos. Quizás lo que resulte pesado de sus obras para el lector es su estructura. Las piezas más famosas son obras teatrales y, tomando en cuenta que Shakespeare ha sido acreditado por el diccionario Oxford con la introducción de casi tres mil palabras al idioma inglés, resulta un desafío poder sentir conexión con poemas que fueron escritos, además, hace más de 400 años.
Para los que se aventuren a “entrarles” a las obras de Shakespeare, una de las principales recomendaciones estriba en seleccionar una que llame genuinamente la atención. Luego, elegir una buena edición. Existen muchas en las que las diferencias textuales varían muy poco. Según WikiHow, la edición de Arden es altamente recomendada “por ser la edición más orientada a detalles y que provee más información histórica relativa a la obra”. Por su parte, la de New Folger Library resulta una buena opción por los tratamientos a las notas del autor y porque cada página de texto ofrece notas simples y explicaciones en el lado opuesto para dar una comprensión más accesible del lenguaje.
El arcoíris de gravedad, de Thomas Pynchon
“El arcoíris de la gravedad; voy a necesitar un montón de tiempo a solas y en silencio para resolverlo”, escribió una librera vía Twitter. Este libro, publicado en 1973, fue seleccionado para recibir el Premio Pullitzer de ficción del año 1974, pero un pasaje concreto en el que se hace alusión a la coprofilia ofendió a los miembros del consejo, quienes rechazaron la selección. A su vez, estimaron que la novela era “ilegible, sobreescrita y obscena”. La obra le reportó a Pynchon, nacido en Long Island, Nueva York, el National Book Award en 1974 juntamente con A Crown of Feathers and Other Stories, de Isaac Bashevis Singer, aunque Pynchon rechazó el premio.
El arcoíris de la gravedad constituye su novela más celebrada y, según los críticos, mezcla con un virtuosismo que no había alcanzado anteriormente temas ya abordados en sus otras novelas: la pretensión, la paranoia, el racismo, el colonialismo y la entropía. La mayor parte de la novela se desarrolla en Londres o en Europa, durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial y en las semanas que siguieron inmediatamente a la capitulación de Alemania el 8 de mayo de 1945.
El sitio-comunidad de “catalogación de lecturas” Goodreads describe a Gravity’s Rainbow como “una epopeya posmoderna, un trabajo tan exhaustivamente significativo para la segunda mitad del siglo XX como lo fue el Ulises de Joyce para la primera. Su extensa narrativa enciclopédica y su penetrante análisis del impacto de la tecnología en la sociedad la convierten en un tour de force intelectual”.
El Conde de Montecristo, de Alejandro Dumas
Una tuitera identificada como @ivotedforhill explicó que “amaba la trama, admiraba el trabajo del autor, pero que algunos de los diálogos eran ¡Ugh!”. Una de las obras más famosas de la literatura clásica suele considerarse como el mejor trabajo de Alejandro Dumas (padre), quien, en colaboración con Auguste Maquet, lo terminó de escribir en 1844 y fue publicado en una serie de 18 entregas, como folletín, durante los dos años siguientes.
Tom Reiss, escritor estadounidense, investigó y recuperó la historia de quien sería la inspiración para crear a Edmundo Dantés, personaje principal de la novela. El general Alejandro Dumas, padre del autor, fue un mulato bien parecido y diestro espadachín nacido en Haití, hijo de un aristócrata francés y una esclava negra, quien más adelante se convertiría en general de la Revolución Francesa, rivalizando con el mismo Napoleón Bonaparte.
“Sus hazañas militares inspiraron las aventuras de los mosqueteros y su terrible experiencia en un calabozo en Italia”, afirma el biógrafo para la BBC. El artículo señala que el general Dumas murió de cáncer a los 43 años, cuando su hijo Alexandre sólo tenía cuatro, y su nombre se fue opacando en la historia, aunque dejó su huella e inspiración en la obra del novelista.
Ulises, de James Joyce
James Joyce, nacido en Irlanda en 1882, es considerado como un representante del modernismo anglosajón, junto con autores como T.S Eliot, Virginia Woolf, Ezra Pound y Wallace Stevens. Ulises se considera una de las obras más importantes del siglo XX por su carácter vanguardista. Es pionera en la ruptura de las líneas de narración comúnmente usadas para darles más bien enfoque a los diálogos mentales de sus personajes, llamados “continuos mentales”.
La revista Farehheit señala que es uno de los libros más extensos que existen: su original tiene 267 mil palabras en total, mientras que en la mayoría de sus ediciones, la obra consta de entre 800 y mil páginas divididas en 18 capítulos. Una de los rasgos más importantes del libro es que, en cada capítulo, el autor emplea un estilo diferente. El monólogo interior (o continuo mental) es el más utilizado. “La culminación de esta técnica se ejemplifica en el epílogo de la novela: el famoso monólogo de Molly Bloom en donde el relato, sin signos de puntuación, emula el fluir, libre y desinhibido del pensamiento”, reseña la revista.
La trama está centrada en un día en la vida de Leopold Bloom y Stephen Dedalus, alter egos del autor en distintas etapas de su vida. El nombre de la obra es un homenaje al héroe de la Odisea de Homero. Farenheit recomienda leer Ulises bajo los esquemas de Stuart Gilbert (crítico literario y traductor inglés de autores como Antoine de Saint-Exupéry, Albert Camus y Jean-Paul Sartre), y Herbert Gorman (también crítico literario y escritor estadounidense), los cuales fueron creados para defender a Joyce de acusaciones de obscenidad. Sobre Ulises, la NYPL publicó un tuit de un usuario-lector quien expresó que había lanzado el libro contra la pared, “finalizado en 50 %”.
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El sistema escolar carga parte de la culpa de la aversión que algunas personas sienten por la lectura. Mientras que para algunos el libro era un objeto de placer, para otros, se hacía una tortura. Y hay quienes creen que es cuestión de tiempo para que las obras clásicas puedan apreciarse verdaderamente, satisfaciendo vacíos existenciales que aparecen ya entrada la adultez. Por eso deberías echarles un vistazo a los libros de los que nadie te habló en la universidad.