Entre sorbos al café, personas entrando y saliendo, camareras que sonríen al tomar la orden y el grafito de mi lápiz, que dibuja letras sobre la libreta, pienso: café y letras, no puede haber una combinación más romántica y melancólica.
Entre recuerdos que adornan las palabras, construyo poco a poco una carta con remitente, a quien nunca se entregará. Afuera, comienza a lloviznar y el petricor se mezcla con el olor a café. Lo amarías.
Mis recuerdos vagan por el lugar, recreando viejas escenas: los dos entrando por la puerta tomados de la mano, sonrientes; los dos sentados en la mesa junto a la ventana, charlando acerca de qué película ver el próximo fin de semana; los dos tomando un Americano, Latte, Capuchino, Expreso… En fin, siempre acompañados el uno con el otro. Hoy, hoy solo soy yo. «¿Qué andarás haciendo ahora?».
Mi café se ha acabado, ha parado de llover. Tomo mi sombrero y dejo el dinero bajo la taza. La carta la estrujo y la tiro a un basurero a orillas de la calle. No hay combinación más romántica y melancólica como la del café, letras y desahogo después de llover: nostálgico.
Las fotografías que acompañan este texto pertenecen a Angie Couple, par conocer más de trabajo da click aquí.