Al pasar los años, aprendemos que la tarea del lector se ejercita al vilo de las horas, que la lectura no es cosa sencilla y que es necesaria la inversión de tiempo en el acto de pasar las páginas con la mirada para alcanzar puntos que nos parecen remotos. Comprendemos que se debe escoger a los escritores predilectos como se escoge a los mejores amigos, es decir: contándolos con los dedos de la mano, conociéndolos en la intimidad, sabiendo cuál es su estado de ánimo, únicamente con la lectura de un artículo de su blog o una publicación de su Twitter. Sin duda alguna, conozco a la escritora poblana Ángeles Mastretta por la lectura de su obra completa que descansa en mi desordenado escritorio y ahora puedo considerarla, sin duda alguna, una de mis mejores amigas, una autora predilecta en mi librero, imprescindible para la vida, vital para el pensamiento.
Luego de releer “Mal de amores” como quien corre un maratón a disfrute y sin una pizca de cansancio, hoy releo “Puerto Libre” para la escritura del presente artículo con el mismo entusiasmo de la primera vez. Ángeles Mastretta es un ente único en la literatura latinoamericana, aunque no forma parte del Boom que volvió famosos a Gabo, Fuentes y Vargas Llosa, forma parte de una generación de escritores mexicanos que se han abierto camino al paso en el que publican cada libro sin poder evitar que éste se vuelva rápidamente en un bestseller.
Ángeles Mastretta y su obra perdurarán en la perpetuidad del mundo de la tinta y el papel porque esta escritora puede hacer de lo cotidiano un arte único en su especie, hablando desde lo más simple de la cotidianidad, extrayendo filosofía de la normalidad. Leer los ensayos de “Puerto Libre” o los escritos de “El mundo iluminado” es un deleite para el que pretende hallar el absoluto en las páginas de un libro bien escrito.
Ángeles describe con simplicidad artística los puertos mexicanos, convierte a la Puebla mexicana en una ciudad incógnita de Europa. Con su escritura, Ángeles revela la literatura de Julio Cortázar, Amado Nervo y Sor Juana con una precisión literaria que nos invita a seguir leyendo hasta el punto final de su obra; Mastretta cuestiona lo incuestionable, lo que ya tiene una respuesta, lo que sorprende, lo que aturde, lo que sucumbe al infinito. Ángeles logra captar nuestra atención en sus libros autobiográficos, “La emoción de las cosas” y “El viento de las horas”, en estos ejemplares nos cuenta la historia de sus padres y las maravillas de su infancia, con esa capacidad inigualable de narradora que supone estar contando una novela.
Leer a Ángeles Mastretta es aventurarse a recibir cualquier golpe de cualquier tipo: puede ser al ego, al corazón, al sentimiento, a la vanidad, al recuerdo, al olvido. Encuentro en su obra un aire de nostalgia que invade el alma e invita al cuerpo a revelar los misterios que oculta la realidad.
Mastretta, en su ópera prima: “Arráncame la vida”, nos sorprende con personajes sugerentes, con una mujer que revolucionó su época, que acompañó al general Ascencio en la búsqueda sucia del poder que enrarece a la raza humana. Catalina es un personaje que llena las páginas con su rebeldía y con la pasión de amar a quien desea ser amado, rompiendo el molde de la mujer recatada de la posrevolución. Ángeles Mastretta quiebra los paradigmas en la literatura, son pocos los autores feministas en las letras contemporáneas, Mastretta es uno de ellos, ella nunca lo ha aceptado abiertamente, pero los temas que emborrachan su teclear abren paso al feminismo literario que tanta falta le hace a la literatura mexicana, pues, en esencia, la literatura en nuestro país se ha encaminado hacia un machismo entre líneas que descarta las posibilidades de personajes femeninos que rompan con la naturalidad de las historias machistas en un país machista.
“Mujeres de ojos grandes” y “Maridos” irradian un aire de picardía, son una revelación en todo sentido; entre sus páginas descansan mujeres que nos cuentan sus historias como si fueran parte de nuestra familia. En “Mujeres de ojos grandes” nos encontramos con personajes que nos recuerdan que el amor más inteligente consiste en “amar como un idiota”. La tía Elisa nos dice que “No hay mejor cura que un rato de conversación”; la tía Marisol dicta que “En México hay dos congregaciones: la de las hijas de María y la de las hijas de la Chingada”; la tía Mariana se cuestiona “¿Qué hago conmigo a media noche? ¿A dónde me escondo de mí”; la tía Nicol exclama que “Uno se enamora antes de los defectos que de las cualidades. Pero eso es lógico”.
Ángeles Mastretta es la reina de las mujeres de ojos grandes; con un par de ojeras que heredó de su padre, demuestra un aspecto de mujer interesante, rebasando los límites de las bellezas extrañas, Ángeles es una mujer enamoradiza, vive enamorada de la vida, de la libertad de su pluma, del destino que ya no la atosiga porque ha encontrado en el acto de la escritura un mundo maravilloso. Está casada, después de muchos años de estar juntos sin lazo que los uniera, con un historiador y politólogo respetado en el medio; es un matrimonio de letras, como el que todos los que pretendemos ser escritores soñamos. Qué daríamos por escuchar una conversación de estos dos escritores tan leídos y releídos en un país que tanto necesita de lectores.
Leer a Ángeles Mastretta es zarpar sin destino aparente. En la lectura todo llega de golpe, sin previo aviso; el mundo es un constante atisbo de sorpresas, la declamación de un poema cuasi-eterno que llamamos vida. Y de la vida misma es de la que nos habla esta estupenda escritora que, más que escritora, es una analista del absurdo cotidiano.
Ángeles inunda habitaciones enteras con palabras cada vez que escribe. Dice que leer es una conversación constante con el escritor, los invito a conversar con Ángeles Mastretta de cuando en cuando: en los tiempos aciagos, en las tempestades, en las alegrías, en las penas, en los silencios y en los bullicios. Leamos a Mastretta para tratar de descifrar la vida, para perdernos en la profundidad y en la simplicidad de sus relatos, para toparnos frente a frente, cara a cara, con la mujer de ojos grandes, para enfrentarnos al tiempo, para entender que debemos vivir la vida sin lamentarnos por el pasado, sin preocuparnos ni un segundo por el futuro. Leamos a Mastretta por el simple placer de vivir su estupenda literatura.
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