La historia de cada uno de nosotros no estaría completa si no tuviéramos en la memoria el fantasma de un amor imposible, de aquella persona que marcó nuestro andar por el mundo con su fugaz presencia y que, probablemente, se llevó una parte de nuestra alma con ella. Esa persona que, por mucho tiempo que pase, seguirá en un hondo hueco de nuestro ser y podrá asaltarnos con su recuerdo una tarde cualquiera tan vívidamente, que quizá nos asuste reconocer que casi podemos oler su perfume.
La novela “Gracias por el fuego” de Mario Benedetti, publicada en 1965, narra la historia de una familia burguesa en Montevideo y los conflictos entre padre e hijo en el contexto de las desigualdades sociales y la lucha de clases que se desarrolla en ese país. Esta novela es una férrea crítica a la visión del capitalista desprendida de su patria, cuyo único valor es el dinero, que sin dudar hará uso de la violencia, el asesinato, el chantaje, la corrupción, el engaño, la demagogia y el amarillismo para mantener su sistema de privilegios, amparado bajo la caricatura de una democracia ficticia.
En medio de este escenario hostil y turbulento, su protagonista: Ramón Budiño -quien afirma que su bienestar económico le duele como una culpa, como una mala conciencia- navega por esta trama entre la lucha por sus ideales, sus creencias políticas y la rememoración de sus pasadas historias de amor. Ramón no deja de pensar en los furtivos e inconsecuentes encuentros sexuales que tuvo durante su vida, el tedio de su matrimonio pero, sobre todo –como cualquiera de nosotros-, experimenta el deseo, la ansiedad, el insomnio y el tormento que le produce una frustrada historia de amor: ese amor imposible, inalcanzable, irrealizable, irresoluto; el amor prohibido, negado; el amor que huye, el amor fugaz.
A continuación les compartimos una selección de las mejores frases de esta obra, que te harán recordar alguna historia de amor e identificarte con cada una de las letras:
“Siempre conviene saber a qué atenerse”.
“Sencillamente, éramos su cuerpo y mi cuerpo, y la alegría de ambos”.
“Él le cuenta todo, le pormenoriza los capítulos en que estuvo dividido el día. Sobre eso no hay duda: es sincero con ella. Porque le cuenta cosas feas, cosas sucias, cosas terribles. Como si supiera que el amor de ella es capaz de aceptar ese lado negro de su ser, esa zona del diablo que nunca muestra a nadie totalmente”.
“Había alcanzado a captar que era gozada, pero no querida; deseada, pero no necesitada”.
“La madurez no se adquiere por decreto”.
“¿Qué pasa entonces entre ella y yo? Pasión ya no, quizá amor laxo; necesidad ya no, quizá costumbre”.
“No sé si es linda o no. Pero es encantadora”.
“Estoy segura de que debe ser fácil, facilísimo, enamorarse de vos. Pero yo no puedo”.
“Déjame que alguna vez hable contigo. Siento que con nadie, ni siquiera cuando estoy a solas, estoy tan cerca de la verdad. De mi verdad”.
“Cada tipo camina con su mundo de problemas, con sus deudas, sus masturbaciones, sus rencores, sus nostalgias, las cosas que quiso ser, y esa poca cosa que es”.
[ Poemas inéditos de Benedetti ]
“Lo único seguro es que estás existiendo, Dolores, en algún rincón de este día, en algún lugar del mundo, sola o con alguien, pero sin mí”.
“Y para estar total, completa, absolutamente enamorado, hay que tener plena conciencia de que uno también es querido, que uno también inspira amor”.
“Entonces era una especie de locura contenta, un frenesí que llevaba en su propio énfasis el germen de la autodestrucción, una suma de juego más sexo”.
“Mi conmoción interior es más viva aun cuando me mira que cuando me toca”.
“Tal vez mañana o pasado me resigne. Pero hoy sufro como un condenado”.
“Ayer mismo yo no sabía que podía querer así”.
“Todavía no puedo creerlo. Porque te tengo y no. Sin embargo, sigue siendo cierto. No la tengo, claro. Le pertenezco, pero ella no”.
“Nos pasamos toda la vida soñando con deseos incumplidos, recordando cicatrices, construyendo artificial y mentirosamente lo que pudimos haber sido; constantemente nos estamos frenando, conteniendo, constantemente estamos engañando y engañándonos; cada vez somos menos verdaderos, más hipócritas; cada vez tenemos más vergüenza de nuestra verdad”.
“Ese recuerdo, ese algo a qué asirme, tal vez amargará para siempre todas mis noches, todos mis insomnios”.
“Respirada por mí, absorbida por mí a través de mis manos, mis ojos, mi nariz, mis oídos, a través de cada milímetro de mi piel que tocaba su piel”.
“Apenas si he podido soportar ese suplicio que representa tenerla cerca y sentirla respirar y no atreverme siquiera a mirarla”.
“Ya no te tengo. Definitivamente no. Que se vaya. Que desaparezca. Que se encierre. Que se esconda a llorar. Yo no me escondo”.
“Cuando la mirada y la sonrisa decisivas me alcanzan y fulminan, el resto ya no importa”.
“Quizás a esta altura me sea insoportable estar libre y sin ella, tranquilo y sin ella, inocente y sin ella”.
“Quizás esté yo fabricando urgentemente una gran culpa, un absorbente remordimiento, sólo para cubrir una ausencia, para justificar mi soledad”.
“Por Dios, cómo podré vivir sin ver sus ojos, pero también, cómo podría vivir viendo sus ojos y no tenerlos, no poder tildarlos al hacer un inventario de lo que es mío”.
“Su arrepentimiento crecerá noche a noche y en ese proceso sé que reconstruirá minuciosamente nuestro único encuentro, y se desesperará, como me he desesperado yo en estas semanas, recordando palabras, gestos, contactos, caricias, gemidos, silencios”.
“El recordar se me vuelve así un mero registro de frustraciones”.
“Algo en mi corazón detecta ininterrumpidamente la ausencia de Dolores; algo en mi corazón quiere morir”.
“Y si paso mis propias manos por mis muslos, por mi cadera, por mi vientre, por mis pechos, si me recorro con mis manos, cerrando los ojos y tratando de convencerme de que son las tuyas, sé que terminaré en una gran vergüenza, en unos pobres sacudones de angustia, en una soledad miserable y grotesca”.
“Un pasado que es amarga experiencia necesaria y un futuro que es eternidad sin sobresaltos”.
“A pesar de todo sonreiré, aunque se trate de una sonrisa opaca, sin convicción, porque naturalmente hay que vivir”.
La lectura de esta obra sin duda nos deja con un sabor agridulce, experimentando la frustración y el desasosiego; pero también nos deja agradecidos por ese fuego, esas emociones vividas a través de una narrativa profunda que nos impulsa a atrevernos, a sentir, a vivir el amor aunque éste sólo nos dure un día y su recuerdo, toda la vida.
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Los desasosiegos y sobresaltos que nos dejan los amores imposibles son para siempre, pues las historias que se quedan entre paréntesis son aquellas que nos obsesionan; su principio y su final nunca sucedieron y dejaron un espacio en blanco que no se podrá llenar.