Me pidieron que dejara el miedo a un lado, que me atreviera a sentir sin importar lo que viniera después; me pidieron que me diera una oportunidad y dejara de huirle a lo que sentía. Me pidieron que me atreviera a hacer lo que amaba y me di cuenta de que quería intentarlo, quería estar contigo de la forma más bonita, uniendo nuestras mentes. Porque después de escuchar todas las lecciones de valentía de mis amigos —esas que algún día les dije, pero cuando se trató de mí, olvidé— entendí que sólo podría estar tranquila después de intentarlo.
Me di cuenta de que estaba cansada de esperar un milagro —cosa irónica porque yo no creo en los milagros—, me cansé de esperar a que te dieras cuenta de lo que siento si yo no tenía el valor de decírtelo. Me cansé de dejarle todo al azar y decidí que debía tener el carácter necesario para luchar por lo que quería o al menos intentarlo, decidí dejar de culpar al destino por todo lo que no me había decido a hacer.
Aunque, para ser honesta, no podría haberte dicho lo que sentía porque ni yo estaba segura de lo que era. Sabía que me dabas miedo —no me malinterpretes— me daba miedo no controlar lo que me hacías sentir, me da miedo soltarme, mostrarme sin barreras ante alguien y me daba más miedo estar dispuestas a quitar estas barreras por ti. Me daba miedo la reacción de mi cuerpo al tenerte cerca, lo que causaba tu sonrisa, tu mirada. Me daba miedo enamorarme de ti porque siempre he estado por demás consciente de la finitud de las cosas y entre los miedos que no me podrías haber quitado, me daba miedo perder.
Sin embargo, tenía un par de propuestas que buscaban invitarte a descubrir lo que sentía y no sé, quizá teníamos una posibilidad, quizá pudimos haber descubierto una forma de reconfigurar el Universo juntos. Te quise hacer un par de propuestas que creí que a la larga podrían habernos ayudado a hacer un mundo mejor o al menos hacer de nuestra realidad algo distinto.
Quise proponerte pasar un par de días juntos. Proponerte pasar juntos los domingos bohemios, disfrutar del tiempo, probar lo desconocido y mostrarnos cada una de las cosas que nos hicieron ser lo que éramos. Quise no sólo estar, sino aprender a ser contigo. Quería proponer un viaje de mochilazo por todo México y que en él hubiéramos hecho cada lugar hermoso sólo nuestro. Quise proponerte querernos un poquito y crecer como personas, emocional e intelectualmente; quería escribir sobre ti porque por preocupante que pareciera me inspirabas a escribir y quizá no debió ser preocupante, y sencillamente debí darte las gracias por ser mi fuente de inspiración, o tal vez, por el contrario, debí ofrecerte una disculpa por aprovecharme de lo que provocabas en mí, por haber explotado mis sentimientos al máximo y transformarlos en letras que tal vez nadie leyó, que tal vez sí y que ahora ni tú sabrás que hablaban de ti. Quise proponerte pasar un par de días juntos, ser cómplices hasta que se nos acabaran las ganas o se nos acabara el amor, hasta que llegara el ocaso de tus sonrisas o el ruido de tus ojos cesara, hasta que nuestros sueños nos hubieran separado, lo que sucediera primero. Y soñé proponértelo precisamente a ti porque cuando me dijeron “ve por todo”, supe que no debía ir por ti, quería ir por ti.
Estuve dispuesta a aceptar que, si al final tenías mejores propuestas junto a otra persona, te irías, si al final preferías disfrutar de tus domingos con una cerveza como compañía o preferías que no escribieran sobre ti porque no estabas consciente de que eres todo un numen —no lo dudes, lo eres—, no podríamos ser juntos, estaba consciente y dispuesta a arriesgarme. Puede que no necesitaras ser conmigo o puede que quisieras ser con alguien más y estaba dispuesta a intentarlo, a punto de permitirme sentir algo más allá de lo que podría controlar. Estaba dispuesta a aceptar que me estaba enamorando de ti, de tu forma de pensar y de actuar. No sabemos amar, nos forjamos en la práctica y sin pena al aceptarlo, quería forjar parte de mí en ti, contigo. Pero me quedé en la disposición, lo dejé en lontananza porque justo cuando creía que valía la pena arriesgarme y enfrentarme a lo que viniera después, cuando empecé a creer en las personas y a quitar la barrera que construí para que nadie me lastimara, supe que quizá tú no pretendías que yo me enamorara y que pude tergiversar todo.
Me prometí mantener inerte aquel corazón que se dejó dañar por bajar la barrera que antes construí. Pero eso sería encarecer la ausencia del triunfo y no podría porque estoy segura de que no desperdicié ni un sólo minuto, de que ni un sólo sentimiento fue en vano porque disfruté cada una de las emociones que me causaban tus sonrisas, tu voz, tus mensajes y aunque tu estancia en mi vida haya sido caótica, debo aceptar que me volví fan de tu caos.
Me gusta creer que, quizá, en una realidad paralela podamos haber sido y a pesar de no ser en ésta, me gusta creer que éramos las personas correctas en el momento incorrecto o dos caminos cruzados que malinterpretaron las circunstancias. Hoy sólo quiero que busques a una persona que te impulse a seguir tus sueños, una persona que te vuelva intelectualmente activo, alguien que sepa a dónde va, con quién y por qué, alguien con quien crecer, alguien que te ame como te mereces y ojalá que la persona que estés esperando, esté haciendo lo correcto en este momento para llegar lista a tu encuentro. Hoy sólo te pido que jamás te des por vencido, que sigas brillando entre la gente, que no dejes que nadie apague tu luz, que hagas lo que te apasiona y me demuestres que no me equivoqué, y siempre serás una persona que complace al espíritu de cualquiera.
**
La obra de Dickens es tan extensa como extraordinaria. Además de encontrar asombrosas lecciones para guiar nuestras vidas, en ellas nos enfrentamos con un escritor genial y auténtico que, con una sola obra, cambió la historia del mundo para siempre.