Dicen que cada gran derrota también trae consigo una gran lección. Por ello, te compartimos Cuando me encontré hecha pedazos, cuento sobre la depresión y cómo encontrar una luz de esperanza.
El siguiente texto fue escrito por Carol Jocé.
CUANDO ME ENCONTRÉ HECHA PEDAZOS
Llevaba un rato ya sin moverme, sin emitir algún sonido, a nadie espero; estaba ahí… inerte, el ligero movimiento de mi pecho hacía notar que aún respiraba, ahí estaba yo sin que el tiempo pasara, sin que algo me diera la fuerza suficiente para levantarme del suelo; el único sentimiento que llegaba a mí era el de la ausencia, de esas ausencias que se clavan tan profundo en el corazón que consumen toda esperanza albergada en los sueños que aún se ocultan por el miedo, una ausencia tan abrumadora que de pronto colapsa y en la explosión va formando un agujero negro insaciable que tras su paso deja una sensación de inmenso y eterno vacío.
Qué fuerte fue descubrirme destruida y haber tenido que convivir con esa sensación por tanto tiempo, evadiendo mis pensamientos, buscando excusas para no quedarme a solas porque en esos instantes hasta el silencio me incomodaba. Me negaba a reconocer que mi soledad era provocada porque no quería estar conmigo que me había abandonado y cuando me miraba en el espejo derrotada e irreconocible, el abismo en mi interior se agigantaba dejando poco espacio para la esperanza de mi alma. Resultaba tan difícil entender que estaba molesta, que todo en mi dolía y lo único que hacía era encontrar pretextos para no volver a mí.
Tuvo que pasar mucho tiempo para que comprendiera que estaba fusionándome con mi tristeza, que cuando trataba de escapar ella me sujetaba con una sutil dulzura que en mi soledad resultaba el abrazo de mil amores y entonces no quería soltarla, y en mis momentos más débiles me refugiaba entre sus brazos y la mantenía cerca en caso de que necesitara su consuelo un poco más tarde.
En mí se albergaba la llama de una esperanza que poco a poco se fue extinguiendo, cada mañana recogía las partes de mí que habían quedado de la despiadada batalla contra de una guerra que ni si quiera sabía que estaba encabezando y que duró tanto como lo permití, hasta el día en que no hubo más batallas, ya no había motivos para seguir y ya sin vida me rendí. Me di cuenta que había dejado de funcionar, noté mi propia ausencia y ya no había vuelta atrás… estaba perdida; fue hasta entonces que comenzó el verdadero duelo, me lloré días enteros, me arranqué la piel y empecé la metamorfosis provocada más dura de mi corazón.
El camino que recorría era exclusivamente mío y aunque en esos instantes estaba llena de abismos me senté frente a la persona que tanto quise olvidar y me hablé, después de tanto tiempo hice las paces con mis demonios porque nada dolía más que mi propia ausencia y al destrozarme como lo hice entendí por qué todas las partes en mi gritaban desesperadas que estaban muriendo, pero al final tuve que morir, esa guerra tuvo que vencerme para yo encontrar una fuerza en mí que no existía antes, que sepultó mi dolor y me levantó como no había podido hacerlo.
Y aunque hay días en los que las olas del mar vuelven con sus recuerdos y quieren volver a llevarme, pero ya no estoy sola porque la única persona que está a la orilla del mar soy yo y eso es suficiente.
Te invitamos a que conozcas a los autores de los poemas para los que se resisten a superar las decepciones y los poemas para los que no quieren olvidar.
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