Te conocí la noche de un sábado, una noche en la que quería salvar mi relación, fracasé en el intento, no pude salvar nada, pero esa noche tú me salvaste a mí.
Me conociste cuando tenía novio, una relación de casi cuatro años, muy desgastada; nos habíamos lastimado mucho pero por alguna razón me aferraba a la idea que debía continuar, no podía ver lo tóxica que me había vuelto, lo tóxica que se había vuelto mi vida completa a partir de una relación que a pesar de todo yo estaba dispuesta a arreglar. Tú, por otro lado, estabas de gira, disfrutando de la vida, libre y feliz regalando música. Te había visto un par de años antes, en otro concierto, en otras circunstancias; sólo te había visto, me gustaban tu cara, tu mentón, tus ojos caídos, tu sonrisa. Pero era pasajero, en ese entonces yo estaba enamorada de mi novio y tú de tu novia, así que no nos conocimos en ese momento; el universo se tomó unos años más en juntar nuestros caminos, y al final me alegra que haya sido así.
Esa noche, yo planeaba ir a tu concierto con mi novio porque ya llevábamos un buen tiempo sin salir, teníamos un bar que se convirtió en nuestro trabajo. Ultimamente teníamos días buenos, malos, pésimos y fatales, por eso aunque esa noche también había un concierto en nuestro bar, pedí a mis papás que se hicieran cargo para que mi novio y yo pudiéramos tener tiempo de calidad juntos.
De acuerdo con nuestro plan, me adelanté a tu concierto con una amiga y él, se suponía, nos alcanzaría después de organizar el sonido para los músicos que debían ir esa noche al bar. Esperé toda la noche, tú saliste al escenario y yo seguía esperando a que él llegara, entonces me di cuenta que el plan de cambiar la rutina se había estropeado; aunque debo admitir que no fue muy difícil distraerme, una de las cosas que más me gustan en esta vida es verte en el escenario. Entre todo el público que coreaba sus canciones, me viste, cruzamos miradas varias veces y yo bajaba la mirada o veía a otro lado, no quería que me gustaras más de lo que debías y de todos modos no me lo tomé personal, pensé que lo mismo hacías con todas.
Cuando la música acabó entre la gente que empezaba a retirarse alcancé a ver a mi novio, había llegado durante la última canción y aunque quería quedarme tomando unas cervezas, lo más lógico era regresar y tomar en mi bar. Íbamos saliendo del lugar y se nos acercó un tipo alto, me dijo que uno de los músicos me invitaba al after; fue un momento incómodo porque estaba mi novio al lado, pero me mataba la curiosidad y algo me decía que eras tú.
Mi novio prácticamente me arrastró fuera de ahí, llegamos al bar y encontramos a varios amigos de mi novio, algunos ya ebrios. Empezamos a tomar nosotras también, mi novio volvió a sentirse cómodo, pero mi amiga al igual que yo quería ir al after; me acerqué a mi novio para intentar convencerlo de aparecernos en la fiesta pero respondió que quería quedarse con sus amigos y que me haría bien salir con mi amiga. Me cansé de rogarle y me hice a la idea que definitivamente esa noche no la iba a pasar con él y mucho menos iba a salvar nada, agarré una botella de Norteño y me fui; estaba molesta con él, pero no lo hice notar, de todos modos, también me hacía feliz el hecho de salir con mi amiga. Quizás él tenía razón y lo que necesitaba era pasar tiempo con mis amigas y conmigo misma.
A partir de ese momento, cada minuto me acercaba más a ti; llegamos a la terraza del hotel, atiborrada de gente y alcohol, la estábamos pasando bien, los tragos me estaban haciendo efecto, en poco tiempo, nos unimos al círculo alrededor de la fogata. Entonces apareciste, con esa sonrisa espectacular y tu mirada intimidante, te vi y decidí ignorar tu presencia, no quería engañar a mi novio, pero fue inevitable.
–Tú no has tomado –dijo mi amiga y te puso la botella de Norteño en la cara.
Sonreíste y aceptaste, seguido de eso preguntaste si teníamos encendedor, entonces no solo te presté el mío, sino que te lo obsequié y te agradecí por la música que haces. De ahí no paramos de hablar, ni si quiera recuerdo bien de qué hablábamos, pero yo empecé a sentirme diferente, me sentía feliz. Después de intercambiar algunas palabras y risas, te abalanzaste directo a mis labios y tuve que detenerte, fue cuando mencioné a mi novio; no me gustaba la idea de fallarle, pero en cambio sentía que al rechazarte me estaba fallando a mi misma, de verdad quería besarte.
Tú no compartías mi confusión, me agarraste la mano y me sacaste de ahí, me llevaste a una pequeña sala en donde no había gente, mi amiga que se estaba entendiendo muy bien con el tipo alto que nos invitó al after, nos siguió. Una vez ahí, empezamos a jugar los típicos juegos de ebrios, cada vez había más fuego en el ambiente, nuestro sentido del tacto estaba tan agudo que la panza me quemaba de la emoción; volviste acercarte a mis labios, pero esta vez no te detuve, te correspondí.
Lo que intentaba salvar esa noche, yo misma acababa de pisotear, me pesaba la consciencia pero no me sentía mal, todo lo contrario: no quería parar de besarte. Tardé en recordar que en aquella fiesta varias personas eran amigos de mi novio, así que me invadió la culpa y aunque quería continuar, no podía estar tranquila.
–Me voy, ya es tarde –eran las 4 de la mañana cuando mi amiga se acercó a despedirse –¿Vienes conmigo?
Pero como tengo el mal hábito de nunca dar la respuesta que debería le respondí que me quedaba contigo, el trago borró ciertas cosas de mi memoria, pero recuerdo que de repente aquella sala estaba repleta de gente; me atacó un poco la ansiedad y al parecer a ti también, porque fue entonces cuando me invitaste a tu habitación. Por fin solos, pude besarte como si supiera que nunca más te iba a volver a ver, porque de hecho eso era perfectamente posible.
Los besos se subieron de tono, era obvio; me quitaste el abrigo y luego te quitaste el tuyo, nos tocamos pero cuando tus manos se aventuraron cada vez más lejos, volví a detenerte. Mi consciencia, lo poco que quedaba de ella no me permitía; te puse excusas que no recuerdo y ni yo creía, dudé durante un buen rato, luchando con mi fuerte deseo y mi frágil consciencia. Pero al igual que antes tu sí sabías lo que querías y cómo cortarme la indecisión; tu mirada me convenció y me encantó. Me liberé de aquello que me pesaba y pasó lo que los dos sabíamos desde el principio de la noche que iba a pasar; no tuvimos mucho tiempo porque la fiesta que seguía afuera nos interrumpió.
Me incorporé y te dije que me iba, insististe en que me quedara a dormir contigo, pero no podía, mis papás me iban a matar y el susto me curó la borrachera. Eran las 5:30 de la mañana pero no tenía dinero para un taxi y mi casa estaba suficientemente cerca para caminar, pero no me dejaste ir sola. Me acompañaste y medio en broma te pedí que me invitaras un desayuno temprano, entonces fuimos a comer y caminamos, el día aclaraba y mientras íbamos recuperando la consciencia, tu compañía se sentía distinta, ya no era lujuria y deseo lo que predominaba, más bien fueron unas intensas ganas de seguir conociéndote, sentía que fluíamos, conecté contigo de una manera tan rápida y sencilla que parecía conocerte de antes.
Conversamos un largo tiempo en un parque, dijiste algo que no he podido sacarme de la cabeza: “tus ojos también sonríen”. Me di cuenta que eran casi las 8 de la mañana y debía regresar a mi realidad para enfrentar lo que sea que viniera con mis papás y mi, ahora sí definitivamente, ex novio, pero antes de despedirnos escribiste tu número en mi celular y honestamente no he podido arrepentirme de nada de lo que pasó esa noche.
Checa las
frases de Anne Rice que te enseñarán de amor, lujuria y misterio
, o descubre lo que podría pasar
cuando te vuelves a encontrar con alguien
.