Mi abuela se llamaba María. La llamábamos Ía. Mi abuela era bailaora. Pertenecía a una generación de flamencos, supervivientes de la Guerra Civil Española, de la Dictadura y la exclusión social. No era gitana, era paya, pero creció junto a los gitanos de Granada. Se educó con ellos, aprendieron juntos el noble arte de la cultura flamenca y la expandieron por el universo. Todos eran uno. Todos ellos se amaban.
Mi abuela era madre de seis hijas y dos hijos. Y también una mujer enamorada a la que, demasiado pronto, la vida arrebató su amor.
Mi abuela era pobre.Y como pobre tenía varios oficios -la danza era uno-, poco tiempo libre y muchas responsabilidades. Limpiaba de día y servía a una Señorica, una de esas que fácilmente podías encontrar en la España de la prohibición y de los poetas enterrados en cunetas. Bailaba en las frías madrugadas, cuando los señores querían ver a las flamencas tocar las palmas por tangos, bulerías o soleares. Vivía con lo justo, no necesitaba más. O tal vez sí. Reía poco, pero cuando lo hacía, las paredes de la Alhambra lloraban lágrimas de felicidad.
Mi abuela bajaba al río a lavar, dejaba las sábanas impecables, como las de la Señorica. En su casa no entraba una mota de polvo. Sus hijos siempre estuvieron limpios. Eran pobres, limpios y con buenos modales.
Mi abuela leía siempre que podía. Y sonreía mientras pasaba las páginas. Y leía en voz alta las frases que más le gustaban. Y cuando alguna parte le recordaba a su primer oficio -bailar- ella paraba, cerraba el libro señalando la hoja por la que debía continuar, entornaba los ojos y cantaba esas letras que la hacían volar y tocar las estrellas.
Mi abuela fue perseguida, pero nunca atrapada. Mi abuela luchó por la libertad en un país que asesinaba al que se sentía libre. Mi abuela luchó por su patria sin usar banderas. Luchó por la paz sin matar a nadie. Y luchó por el arte sin excluir al que lo sentía de una manera diferente.
En mi patria no hay patriotas. Sólo los hijos de los que perseguían a mi abuela, los descendientes que cosieron una bandera manchada de sangre, los cachorros que mataban para imponer una “paz” sin criterios. Aquellos que negaron el arte, pues no lo entendían, y lo condenaron.
Ya conocéis a mi abuela. Ella sí era patriota.
***
Te puede interesar:
Cuento para recordar que los abuelos son la luz de una familia
7 razones por las que siempre recordarás a tus abuelos