Mi mamá siempre decía que ir a la playa ayudaba a refrescar un poco la vida; así que me decidí y por primera vez tomé un vuelo con destino al sol, arena y mar. Tenía casi seis meses intentando dormir bien, comer balanceado, ir a spinning, salir a correr los domingos y curar mi alma.
Todo funcionó, excepto lo último; seguía parada sobre la delgada línea entre volver a hablarle a mi ex o seguir con mi vida. Nuestra relación había durado casi tres años y estábamos a punto de comenzar a vivir juntos; nuestra historia no tenía nada de fantástico, lo conocí en la cafetería de la escuela, me gustó, le di mi número y el resto es historia.
Jakob Owens on UnsplashMiré a través de la ventanilla del avión con el playlist más triste -que había construido días antes- como fondo melancólico; ver la ciudad de noche era la mejor despedida, estaba a muy pocas horas de llegar a la costa y correr hacia el azul de mar, esperando que me hiciera sentir mejor.
En el trabajo había acumulado casi dos semanas de descanso y aproveché para comprar una reservación de semana y media. Me gustaba hospedarme en hoteles que no fueran pretenciosos; quería noches tranquilas en habitaciones inundadas del relajante olor a madera antigua, ruidos extraños provenientes de los pasillos oscuros y terrazas con amaneceres pintorescos para explorar mis sentimientos.
Daria Nepriakhina on UnsplashEn mi equipaje llevaba tres cartas con dos sobres; una se la mandaría a mi madre con una postal, la segunda era para por fin deshacerme del demonio que me rondaba desde hace seis meses, decirle adiós y cerrar el ciclo. Y la tercera era para escribir lo miserable que me sentía, cada una de las emociones que había escondido entre la rutina, y al fin quemarla a la orilla del mar para cumplir el cliché.
Todo ya estaba listo para relajarme y ser completamente libre; empecé a desempacar trajes de baño con estampados ridículos que disimulaban mi silueta, cuando me interrumpió una risa familiar. Podía escucharla muy cerca; me asomé al pasillo y él estaba ahí, con su cabello castaño, la sonrisa perfecta y las manos limpias, tal y como lo recordaba.
Sonnie Hiles on UnsplashMe congelé al verlo y me temblaban las manos; quería regresar a mi habitación para olvidarme del mundo con mi cobija de lana y varios litros de café, pero él volteó al instante y me saludó con una cara de sorpresa, como si se preguntara si yo era real. De inmediato se recuperó y me invito a desayunar al día siguiente, por impulso contesté que sí casi a gritos.
Era extraño, pasé la noche dudando si debía usar un vestido, o mejor quedarme dormida y fingir demencia para no verlo y salir del problema sin encararlo. Al final opté por presentarme a nuestra cita en un short entallado y una blusa fresca; él ya me esperaba, sentado con una flor recién cortada en la mano. Me quedé atónita. Apenas me senté y me hizo saber que la flor era para mí; platicamos como si no hubiera pasado nada entre ambos, me contó que el viaje lo había hecho por acompañar a su hermano mayor, pero en realidad la mayoría del tiempo estaba solo.
Sweet Ice Cream Photography on UnsplashNinguno de los dos habíamos planeado esto como un viaje para volver con tu pareja; todo era una coincidencia tan extraña que no sabía si el destino o la vida se empeñaban en jugar conmigo. Durante los siguientes días comenzamos a hacer planes, descubrí que no estaba enojada por nuestra ruptura, sólo estaba feliz de verlo y quería abrazarlo como antes.
Los días iban pasando y cuando al fin recordé las cartas, compré una postal, escribí mi carta número uno y la fui a dejar al correo. Para cuando encontré el segundo sobre no supe que hacer, lo volví a guardar y dejé que todo fluyera.
Bin Thiều on UnsplashVerlo ahí, su silueta sobre un fondo color agua, hacía que me enamorara de nuevo y pensara en las cosas positivas que nos mantenían juntos para dejar a un lado las tonterías que nos separaron. Él me tocaba con la delicadeza de siempre, aunque estaba diferente -más guapo-, me platicaba sus hazañas y aventuras en cada uno de los proyectos con los que trabajaba; no quería dejar de ver el reflejo de mi sonrisa en sus lentes de sol, solos entre las palmeras y hablando de nuevo como al principio de nuestro amor.
La semana y media pasó muy rápido; todo estaba por terminar, yo debía que regresar y los dos estábamos tristes, pues él se quedaría unos días más. Cuando llegó el momento de partir, justo en el aeropuerto, me dio una llave; me explicó que era de su departamento, que por fin había logrado aceptar aquello que nos separó: construirnos un hogar a los dos. Que quería retomar todo lo que había dejado ir, me dijo que había imaginado esto desde el momento que dejamos de ser dos, buscarme y recuperarme. Así comprendí que mi madre tenía razón, la playa sin duda refrescó todo y de nuevo, en nuestro mundo, sólo existíamos él y yo.
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