En la soledad de las calles, rodeados de la fría indiferencia de las personas, muchos niños y niñas se aventuran en la odisea de ganar su sustento de vida. Nosotros, seres sin alma, ni gracia, nos disputamos el título de insensibles, ciegos y asesinos. Calles de arena es un cuento sobre la decadencia humana en la sociedad, ante los valores y derechos de los más pequeños que, si quieren sobrevivir, deben crecer lo más rápido posible.
“La única magia que realmente existe en nuestro diminuto universo es la de ver cada cosa con el corazón”, escribió Antoine de Saint-Exupery. Y es la única magia que los seres humanos nos negamos a creer. Las calles de arena son los caminos que van de nuestro corazón a nuestra alma, caminos viejos y olvidados que muchos ya hemos perdido de vista.
Save the Children
Los niños, el ruido, los autos, la vida en sí, que transcurre como un reloj de juguete ante los sórdidos ojos de un peón que recibe órdenes de su gran jefe. Unas tiernas manos reciben el pan caliente como migas que caen de la mesa de quien convida un gran banquete.
¡No hay marcha atrás!
Los buses de esta ciudad son testigos latentes de todas las almas que mueren cada día por unas cuantas pesetas a cambio de no mendigar caridad.
Gregorio lo sabía, conocía su destino. Si un día huía, la vida se le iría entre los dedos como el fresco licor destilando de la boca de su padre una vez puesto el día. Su abuela Martha como un pan de azúcar que espera con ansias un mejor mañana, la vida de Gregorio al común de los otros niños: sin buses, sin ruidos, no más cajas ni pesetas en el bolsillo.
Y como de costumbre pasan los días sin ser vistos, y desapercibidos los lamentos de alguien que ha sido borrado del camino, Gregorio insistía en tocar cada puerta, cada ventana y visitar sin falta a la ausente humanidad que habita a los mortales de esta vieja ciudad.
—¡Es lo mismo de siempre! ¿Por qué no va a la escuela si es que tanto tiempo tiene para andar por allí recorriendo esas sucias calles de tanta mediocridad?— El común discurso barato sin emotividad.
Empezaron a reírse de tal manera que, aquella afirmación sonaba tan convincente para ellos que sus pequeños cerebros omitieron esa pequeña parte que siempre olvidan los doctos humanos: razonar.
Tomaron a Gregorio por los hombros, tiraron al suelo sus sueños destrozando así esa pequeña magia que existe en el mundo a la que nosotros llamamos esperanza. Un sujeto se acercó a él y le dio un par de billetes, de esos verdes con colores que pocas veces se ve por allí.
Gregorio calló sus palabras, no tenía un discurso preparado para tal eventualidad, su caja rota yacía en el suelo tirada allí sin más, sin vida alguna. Y las lágrimas se convirtieron en arena que tan pronto lo cubrió todo a su paso dejó sin rastro su paradero.
Llegó a casa, era evidente que no llevaría los restos de la caja, sería su fin. No tenía excusas para dar y sólo le quedaba afrontar la tormenta que se avecinaba cada vez más. Con uno de los billetes compró lo de siempre, se sentó un momento junto a la abuela Martha hasta que ella se quedó sin aliento.
Save the Children
Volvió su rostro un momento hacia la oscuridad y allí estaba. Era el momento de descubrir la realidad. Y las cosas pasaron delante de él sin poder tocarlas, su alma se desprendió y pudo verse a sí mismo: roto, sucio, desalmado. Frente al espejo sin reflejo y en el mundo sin su vida.
Gregorio dejó caer la botella al suelo, derramando así lo único que le sobraba en esta vida. Recordó la caja rota, aquellos elegantes sujetos y la risa de la humanidad. Las calles desiertas llenas de puertas cerradas y ventanas tapizadas, los buses concurridos siendo una viable oportunidad para huir de la resaca.
Los sueños se difuminaron lentamente, frente a sus ojos, mientras veía la transición de los hechos de su vida en segundos: una vida sin cajas ni monedas, sin billetes de colores y simplemente yendo a la escuela.
La niebla, el frío, la lluvia y la soledad de las calles, sus mejores aliados. Sentado frente a la ventana, toma el rosario de la abuela, enciende una vela, sintoniza la última emisora de la radio… fin del programa. Gregorio ya no es niño.
Save the Children
Si te gustó este cuento sobre la decadencia humana, escrito por Steven Albán: músico de la vida, escritor, poeta de lo incierto, fotógrafo del alma. Puedes conocer más de su trabajo visitando su perfil en Cultura Colectiva.
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