El mundo contemporáneo nos acerca a distintas culturas fácilmente, pero muchas veces no logramos atrapar la esencia completa de lo que nos inspira. Los símbolos budistas y su significado –al menos el superficial– son usados por personas que les llama la atención la religión y su aproximación con la espiritualidad, pero no se adentran apropiadamente a la ideología que significa todo en conjunto.
Uno de los conceptos principales es el Zen, que a pesar de ser impulsado por la meditación, es una práctica rigurosa de autocontrol, percepción del reino de Buda y la expresión de esta en la vida diaria para el beneficio de la comunidad. Despoja el énfasis al conocimiento de los manuales (sutras) y las doctrinas, y se enfoca más al entendimiento a través del zazen (la meditación) y la interacción con un maestro con experiencia en esa área.
La meditación no sólo es estar sentado para indagar dentro de nuestra persona. Es buscar más dentro de nosotros para ver más allá de la superficialidad del mundo y lo que se encuentra aparte de éste. Las personas suelen olvidar que la literatura tiene un papel importante en su entrenamiento, a pesar de que se dice que el Zen debe ser antiintelectual. La tradición destaca que la iluminación de Buda no venía a través de conceptos (palabras ni letras), sino mediante una percepción interna. Ésta ha sido apoyada por estudios y textos de otros budistas que registran su proceso.
Sin embargo, el entendimiento intelectual eliminando la práctica se llama “yako-zen” que se traduciría como “Zen de zorro salvaje”. Aquellos que hacen lo contrario, sólo practica y nada de trabajo intelectual es un “zen temma”, un “Zen demonio”. Así que para estar en un lugar de balance y evolucionar en la escuela del Zen apropiadamente, se debe desarrollar tanto la meditación rigurosa sin conceptos como con la literatura y las enseñanzas de budistas expertos.
Los siguientes cuentos fueron escritos por diferentes budistas para complementar las enseñanzas meditativas del Zen.
“Una situación tensa” – Anónimo
Un día mientras caminaba a través de la selva, un hombre se topó con un feroz tigre. Corrió pero pronto llegó al borde de un acantilado. Desesperado por salvarse, bajó por una parra y quedó colgando sobre el fatal precipicio. Mientras él estaba ahí colgado, dos ratones aparecieron por un agujero en al acantilado y empezaron a roer la parra. De pronto, vio un racimo de frutillas en la parra. Las arrancó y se las llevó a la boca. ¡Estaban increíblemente deliciosas!
“Destino” – Anónimo
Durante una batalla, un general japonés decidió atacar aún cuando su ejército era muy inferior en número. Estaba confiado que ganaría, pero sus hombres estaban llenos de duda. Camino a la batalla, se detuvieron en una capilla. Después de rezar con sus hombres, el general sacó una moneda y dijo: “Ahora tiraré esta moneda. Si es cara, ganaremos. Si es cruz, perderemos. El destino se revelará”.
Tiró la moneda en el aire y todos miraron atentos como aterrizaba. Era cara. Los soldados estaban tan contentos y confiados que atacaron vigorosamente al enemigo y consiguieron la victoria. Después de la batalla, un teniente le dijo el general, “Nadie puede cambiar el destino”.”Es verdad”, contestó el general mientras mostraba la moneda al teniente, que tenía cara en ambos lados.
“La ceremonia del té” – Anónimo
Un día que el maestro Rikyu oficiaba una ceremonia del té, Hideyoshi, el kampaku que en aquella época gobernaba el país, hizo la siguiente observación a sus generales: “Observad bien cómo Rikyu prepara el té y veréis que su cuerpo está lleno de ki, que sus gestos precisos y mesurados son como los de un gran guerrero, no presentan ninguna abertura. Su concentración no tiene ningún fallo”.
Una idea atravesó a Kato Kiyomasa, un famoso general. Para verificar que el kampaku era tan exacto como él quería hacer creer, decidió tocar a Rikyu con su abanico justo en el momento en él que encontrara una abertura.
Así pues se puso a observar atentamente a Rikyu, que se encontraba justo a su lado. Al cabo de algunos minutos, creyendo percibir un fallo, el general se dispuso a tocarlo con su abanico. En ese mismo instante, el maestro del té lo miró fijamente a los ojos y sonrió.
“El vuelco de la jarra de agua o La inútil sabiduría de este mundo” – Mumon Ekai (1183-1260)
Hyakujo convocó a sus monjes, pues quería enviar a uno de ellos como encargado de su nuevo monasterio. Poniendo una jarra llena de agua en el suelo, preguntó: “¿Quién puede decir qué es esto sin llamarlo por su nombre?”
El monje jefe, que esperaba ser designado, respondió: “No puede decirse que sea un zueco”. “No es un estanque, pues puede ser transportado”, dijo otro monje.
Isán, el monje cocinero, se acercó e hizo caer la jarra de un golpe para después marcharse.
Hyakujo sonrió y declaró: “El monje cocinero será el maestro del nuevo monasterio”.
“El monje furioso” – Anónimo
Dos monjes zen iban cruzando un río. Se encontraron con una mujer muy joven y hermosa que también quería cruzar, pero tenía miedo. Así que un monje la subió sobre sus hombros y la llevó hasta la otra orilla. El otro monje estaba furioso. No dijo nada pero hervía por dentro. Eso estaba prohibido. Un monje budista no debía tocar una mujer y este monje no sólo la había tocado, sino que la había llevado sobre los hombros. Recorrieron varias leguas. Cuando llegaron al monasterio, mientras entraban, el monje que estaba enojado se volvió hacia el otro y le dijo: “Tendré que decírselo al maestro. Tendré que informar acerca de esto. Está prohibido”.
–¿De qué estás hablando? ¿Qué está prohibido? –le dijo el otro.
–¿Te has olvidado? Llevaste a esta hermosa mujer sobre tus hombros –dijo el que estaba enojado.
El otro monje se rió y luego dijo: “Sí, yo la llevé. Pero la dejé en el río, muchas leguas atrás. Tú todavía la estás cargando…”
“El satori” – Taisen Deshimaru (1914-1982)
Un leñador cortaba madera en el bosque. Había oído hablar de un animal fabuloso, el animal “satori”. Su deseo de poseerlo era muy grande. Un día, el animal “satori” se presentó ante él. El leñador corrió detrás y cuál no fue su sorpresa al oír una voz que le decía: “No me poseerás porque deseas tenerme”.
El leñador volvió a su trabajo. Ya había olvidado completamente el suceso y al animal cuando, un día, el animal “satori” se presentó en el momento en que, concentrado en su trabajo, derribaba un árbol. El animal cayó aplastado.
“El samurái y los tres gatos” – Taisen Deshimaru (1914-1982)
Un samurái tenía problemas a causa de un ratón que había decidido compartir su habitación. Alguien le dijo: “Necesitas un gato”. Buscó uno en el vecindario y lo encontró. Era un gato impresionante, hermoso y fuerte. Pero el ratón era más listo que el gato y se burlaba de su fuerza. El samurái adoptó un segundo gato muy astuto. Desconfiado, el ratón sólo aparecía cuando aquél dormía.
Entonces le trajeron al samurái el gato de un templo zen. Tenía el aspecto distraído, era mediocre y parecía siempre soñoliento. El samurái pensó: “No será éste el que me librará del ratón”.
Sin embargo, el gato siempre soñoliento e indiferente pronto dejó de inspirar precauciones al ratón, que paseaba junto a él sin apenas hacerle caso. Un día, súbitamente, de un zarpazo lo atrapó.
Así de banal es el monje zen.
“El general y su reliquia” – Anónimo
Había un general que estaba en casa apreciando su colección de antigüedades, cuando de repente casi se le cae un precioso jarrón.
-¡Oh! ¡Qué susto!
Pensó: “Ya he dirigido millares de soldados, enfrentando diversas situaciones de vida o muerte y jamás me atemoricé. ¿Por qué será que hoy por causa de una vasija me asusté de esa manera?”.
Finalmente, él comprendió que el hecho de tener en su mente “deseo y rechazo” era la causa de su miedo. Entonces simplemente arrojó la valiosa vasija y la quebró.
“Verdadera riqueza” – Anónimo
Un hombre muy rico le pidió a Sengai que le escribiese algo para la continuidad de la prosperidad de su familia, de manera que ésta pudiese mantener su fortuna de generación en generación.
Sengai tomó una larga hoja de papel de arroz y escribió: “El padre muere, el hijo muere, el nieto muere”.
El hombre rico se indignó y ofendió: “¡Yo le pedí que escribiese algo para la felicidad de mi familia! ¿Por qué realizó una broma de este tipo?”.
Sengai explicó tranquilamente: “No pretendí hacer bromas. Si antes de su muerte su hijo muriera, esto lo heriría inmensamente. Sí su nieto se fuera antes que su hijo, tanto usted como él estarían destruidos. Pero si su familia, de generación en generación, muere en el orden que le describí, ése sería el curso más natural de la vida. Yo llamo a eso verdadera riqueza”.
La conexión entre la mente y el espíritu, aunque desarrollando la escuela del Zen deben mantenerse un poco separadas, se apoyan una de la otra. Los cuentos no siempre sirven como enseñanzas, sino también como una observación de lo simplista o hermoso de este plano. Observamos todo lo que nos rodea y la participación que podemos tener en este plano para poder meditar y hacer la conexión con el todo.
Para mostrar la conexión que existe con la naturaleza y cómo los humanos moldean su proceso de desarrollo, Ellie Davies tomó esta serie fotográfica constante sin título y representó la mezcla entre naturaleza y cultura. La fotógrafa busca resaltar esa asociación de los bosques con los estados psicológicos que se relacionan en el inconsciente, algo que definitivamente, exista una relación con el budismo o no, muchos lo consideran importante para descubrir nuestra propia humanidad.
Puedes ver más del trabajo de la fotógrafa en su sitio oficial EllieDavies.co.uk