De bar en bar con un paquete de hierba en la bolsa escuchando a los Stones

El siguiente cuento de Fernando Ángel Lara nos narra cómo es posible que distintos sucesos, que nos pueden marcar, transcurren durante una noche: Y ahora aquí estoy yo, en una barra desconocida, con un desconocido arrimándome más veneno marrón, ese que tanto disfrutabas conmigo pero que odiabas cuando lo bebía solo. Y tú estás sentada

De bar en bar con un paquete de hierba en la bolsa escuchando a los Stones

El siguiente cuento de Fernando Ángel Lara nos narra cómo es posible que distintos sucesos, que nos pueden marcar, transcurren durante una noche:

Y ahora aquí estoy yo, en una barra desconocida, con un desconocido arrimándome más veneno marrón, ese que tanto disfrutabas conmigo pero que odiabas cuando lo bebía solo. Y tú estás sentada en tu trono conversando con tus amigos ricos; deseo, de todo corazón, deseo en verdad que no me veas acompañado de mis compinches mugrosos que tengo por amigos, (no estos con los que estoy en el bar) pues eres testigo que solo no puedo estar jamás, pero tampoco me rindo a la hipocresía.

Sé, sin caer en monstruosidades anti románticas, que anhelas verme humillado debido a tu naturaleza monstruosa de la reina de la sociedad del bajo mundo, aunque tu mundo rebelde sean las reuniones donde se paga con tarjeta y cada puerta no te esfuerzas por abrirla tu misma. Espero no olvides mandarme rosas muertas en mi boda ficticia, y yo no olvidaré poner rosas en tu tumba.

Las miradas me bombardean, ya que nunca han visto en este bar un hombre de negro tan solitario. Sí, seguido vienen hombres a solas, pero nunca a uno que la soledad le cree un aura de incomodidad hacia los demás. Ellos, los que observan, son cisnes, engarzando sus alas entre sí. Presumiendo el plumaje y a su pareja por igual; son cisnes, color del blanco más puro, como si el alma humana defecara y esta suciedad fuera tan transparente, que se confunde con el fatídico diamante. Y esos cisnes, con su cuello largo, picoteándose entre ellos y sonriendo, se sienten incomodados por el cuervo que bebe en solitario sin siquiera prestar el mínimo interés a hacia ellos. Anular su existencia es lo que los tiene molestos, debido a que están perversamente acostumbrados a la atención.

Alex benetel2 - de bar en bar con un paquete de hierba en la bolsa escuchando a los stones

En mi bolsillo de la chamarra de piel, el paquete con la hierba comienza a picarme, quiere ser quemado, quiere mezclarse con mis penitencias mentales en perfecta nostalgia. Le digo que se espere. Me acabo la cerveza, pago y salgo. Los cisnes empiezan a graznar felices. Camino por las callejuelas de la ciudad y encuentro otro bar. Pido una cerveza y me siento en la parte más arrinconada del lugar, aquí no hay cisnes. La Reina el Bravío es mi bar. Mi tipo de lugar. Sentado, inicio estúpidamente a pensar en ella, y todo lo malo y desgarrador entre los dos, cosas que hice, cosas que me hiciste, nos comportamos como caballos salvajes, y es preciso ese salvajismo que no podrá alejarme de ti. A pesar de que hiciste correr mi propia sangre, sentirme de lo peor, y creer que era una horrible persona. Pero ni la mayor humillación me haría tratarte mal. Saco el paquete de hierba, tomo con las yemas de los dedos un pellizco, lo integro a un pedazo de papel y lo enrollo. Anhelo convertirme en una máquina de vapor, ser alimentado por fuego, y transpirar las consecuencias en lágrimas. Transforma la tristeza en melancolía y poder curarme. Estoy a punto de prenderlo, sin importar dónde estoy.

Descubro que te he soñado como un pecado y una mentira, tengo mi libertad, pero carezco de tiempo y de ti. Que no eres más que un espejismo que ahora ríe al otro lado de la realidad, la cual me niego a creer, creer que eres libre y yo solo soy presa de ti a voluntad.

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Termino la cerveza, me cuelo entre la gente sin ser visto por los expendedores y salgo, no pago. Surjo en busca de otro refugio u otra revelación. Entro a un bar distinto, y antes de pedir un trago, veo a un grupo de amigos que me dicen:

¡Hey, no pidas nada! Pagamos y nos vamos a una fiesta.

Y yo les contesto:

¡Hey, claro, vámonos!

Viven cerca, en el techo de un gran edificio. La gente baila, bebe y copula de forma descontrolada. Extrañamente soy el único de negro, no resalto, al contrario, paso desapercibido. Tomo una cerveza de la hielera, una chica hermosa, despeinada y con el aire de haber acabado de tener sexo se me acerca, me susurra:

¡Hey, sigues tú!

Le contesto:

¡Hey, ya tomé ficha, no me toca aún!

Ella me recalca:

¡Hey, yo no doy fichas, yo ofrezco milagros! ¿Estás dispuesto a convertirte en un creyente?

A lo que respondo:

¡Hey, deja terminar esta bebida y te dejo bautizarme!

Ella accede.

Me separo de ella lo más que puedo para no ser encontrado. Entre tanto ruido logro escuchar mi teléfono, contesto:

¡Hey! ¿Quién es?

Hola, ¿Cómo estás? Soy ella, por la que estás donde estás.

Bueno, creo que estoy bien. Digo.

Ella, en tono de molestia, recalca:

¡Son las tres de la mañana, se escucha mucho ruido, nunca te quieres dormir! Sólo porque tú te sientes tan bien no significa que me tengas que volver loca al recordarte.

¡¿Qué me siento tan bien?! Me enfurezco. No tienes ni idea de cómo me siento.

Estás festejando, lo logro escuchar. Mientras yo, servida en pena, pensando en ti después de decidir que eres tú con quien quiero estar.

En chinga digo:

¡¿En serio?!

¡Sí! Dice ella con entusiasmo. Y fue sólo después de experimentar lo vacío que es tener a hombres que hagan lo que yo quiera. Pues esos hombres me dejaron de importar cuando comencé a importarles. Y ahora que no te importo, sé que me equivoqué. Vuelve por favor.

Con cólera y bebiéndome toda la cerveza antes de hablar le replico:

¡Hey tú, si tú, fuera de mi nube, fuera de mi nube! ¡No andes dando vueltas que dos es multitud en mi nube, nena! Y cuelgo.

En eso llega un gordo que parecía puerquito por el color rosado de la piel, lo noto cabreado, y enfurecido me grita:

¡Hey, tú! ¡¿Qué te crees al menospreciar a esa mujer que te insinuó a tener sexo?! ¡Si yo fuera bien parecido como tú, le sacaría provecho, no sería un pendejo!

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Se aparta de mí y se va a llorar a la cornisa. Y a lo lejos veo a la chica que, a pesar que uno y otro hombre le dice que ellos quieren ser creyentes, ella los rechaza. Me sigue aguardando. Sigue esperando a quien no le interesó su oferta. ¿El romance con el desprecio es lo que hace a los galanes? Me siento mal por dejarla esperar. Sí, quiero ir con ella, y antes de dar el paso decisivo, la chica despeinada se va con otra mujer de la mano, dándose besos y van abrazadas hasta una habitación.

Sonrió y saco el paquete de hierba y se lo doy, junto con el cigarro que forjé, al puerquito llorón.

¡Hey! Le digo. Bienvenido al camino de la iluminación. Estás apenas en la línea de partida. Recuerda: no siempre puedes obtener lo que quieres, pero si te esfuerzas un poco, obtendrás lo que necesitas.

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Después de seguir a este personaje anónimo a través de su noche, te dejamos El playlist perfecto para tener una fiesta épica y, por si te excediste, te recomendamos Las 50 mejores cantinas para comer en la Ciudad de México para curarte la cruda.

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Las fotografías que acompañan el texto pertenecen a Alex Benetel

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