Tu piel es canela y mis dedos se quedan púrpuras.
¿De qué sirve hacerte el amor si no me vas a arrancar el corazón terminando?
Los suspiros se convierten en palabras y las palabras se vuelven polvo.
Contigo no caben acciones, eres demasiado etéreo, te desvaneces.
Contigo no hay comienzo ni final, eres un uróboros del bosque.
¿Y si decido amarte y encuentro que no hay nada más que un boquete en tu pecho?
Porque eso es amor para nosotros: heridas y sangre, un corazón en tus manos;
eso es amor, porque tu corazón en mis manos es más bello que latiendo en tu pecho.
¿Y mi corazón? Ese ya no está, hace mucho que se perdió en la noche desparramada;
la luna siempre es roja, aunque mi sangre sea púrpura como las jacarandas,
como púrpuras son mis pupilas cuando te veo y te siento.
La piel se estira, los músculos ya no resisten, somos un manojo de contradicciones,
y yo sólo pienso en cómo hacer para que tus ojos se fundan con los míos y pueda ver el
bosque así como tú lo haces.
El amor es una palabra engañosa, las palabras se desgastan pero el amor nunca.
¿Nos amamos? ¿Nos amaremos algún día? Y si la Tierra sigue girando y mi corazón sigue
latiendo, si el suelo se abre para mí y el agua lava tus pies salvajes, ¿qué le queda al amor?
Tal vez jamás nos amemos y sólo desamor quede para nosotros, incrustado en nuestra
piel como escamas plateadas o púrpuras, como mis dedos cuanto te pienso.
Pero al final, ¿qué es el desamor sino amor con el corazón fuera del pecho?
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