De ti pensé que eras lo que todos buscan, alguien que nos haga sentir que todas las estrellas son bonitas porque las miras, que la noche, lejos de parecer fría, sólo es una excusa para abrazarte y llenarte de besos, hasta que tus labios se acaben. Ya sabes que no todas las nostalgias tienden a ser tristes, somos nosotros los que adjudicamos que nos sentimos bien cuando extrañamos a alguien, y sonreímos porque sabemos que, aunque la felicidad nos guste, siempre vamos a volver a los lugares tristes, porque ahí pertenecemos.
Y entonces acumulamos sonrisas para soltarlas como una chispa cuando ese alguien nos mira. Me he acostumbrado tanto a las bajas expectativas cuando tú vuelves que, quizá, por eso los pensamientos negativos nos comen, y nunca somos capaces de decirnos todo lo que siempre sobra, que este no es, ni por mucho, tu último regreso.
Pero qué hacemos, todos nosotros tenemos adicciones, la mía es que por fin tus ojos colisionen con los míos, y que entres a mi vida esta vez cerrando las puertas que están detrás de ti, y que cures las heridas que me hiciste desde hace algunos años. Que seas el soporte que me impida irme al abismo cuando decida hacer frente a mis miedos.
Es que eres tú lo mejor que me puede suceder cada cierto tiempo, cuando vienes con tus galaxias enredadas en tu pelo y esos ojos tan bonitos como cualquier amanecer. Cuando te vas de nuevo, aparecen las esperanzas otra vez, las ganas de encontrar a alguien que me llene las oportunidades que contigo no tengo, que me haga recuperar la magia que me robaste y así creer en ella y darle las estrellas bonitas que dejaste.
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No pierdas la esperanza, un día llegará alguien que te vuelva parte de su magia, que te haga temblar cuando la ames; sólo sé paciente.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Jesse Herzog.