El siguiente poema hará que reflexiones sobre la vida que quieres vivir, continúa leyendo…
Su mano pudo estar en cualquier parte del Universo, volverse parte de cualquier mecanismo que el cosmos quisiera. Quizás ahora podría estar conectando el golpe que manda al otro boxeador a la lona, o tal vez, sosteniendo una cerveza apenas fría, mientras observa la pelea de box en un bar. Su mano pudo ser la que destapó la cerveza y la entregó al cliente que, medio distraído por el box, casi la derrama en su pantalón. Es probable que por la tarde, hubiera manejado el pequeño camión en el que se reparte la cerveza por el centro de la ciudad.
Más allá de todo, la suerte nació en otro país y es una turista que pasea en aquel esbozo de ciudad, descubre el cansancio de las calles de tantas manos comerciantes, de tantos dedos inquietos, de innumerables señas. Podría estar comprando girasoles para su mujer y, más tarde, en la oscuridad de su cuarto, jugar al ciego y descubrir al tacto su cuerpo desnudo.
A pesar de todas las suposiciones formuladas, decidió hundirse en su cuarto y no ganar la pelea. Optó por no beber esa cerveza, por no trabajar en el bar, ni como repartidor. Sus padres nunca salieron del país y lo concibieron en un cuarto de alquiler. Nunca compró girasoles porque no tuvo una mujer a quien regalárselas y, mucho menos, supo jugar al ciego. Prefirió permanecer en su cama, sin compañía, con el manojo de probabilidades sobre su espalda, su mano pudo ser de cualquier otra clase de mano, menos la que es, y como fantasmas, las acciones que nunca fueron parte de lo que la actual mano es.
En este preciso momento, todas las posibles realidades de su mano se alinean con la noche.
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Mientras tú existas la vida se llena de motivos, disfrútala y piensa que cada día es una nueva oportunidad para crecer y creer.
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Las fotografías que acompañan el texto pertenecen a Rocío Montoya.