Enfrentar el olvido es dialogar con una pared blanquísima que cae sobre nuestro pecho y nos aplasta:
“Quien del sol se despide”
He sufrido un despido intempestivo.
De esos que tocan a la puerta sin avisar,
entraron con el fin de romper y robar
lo poco que mi alma logró rescatar.
No era aún la hora de despertar;
sin embargo, el reloj no dejaba de sonar,
contando a trabillas de noche
los delirios que empezaban a pulular.
Tomaré mis cosas y no diré más.
No quisiera esta situación empeorar,
residiré en el silencio una vez más
como en aquellos años sin poder hablar.
Buscaré la última alternativa que existe
para decir adiós y no llorar,
borrando mis huellas al salir
por el sendero que jamás recordarás.
Una vez allí, en aquel misterioso lugar,
dejaré que mis palabras lloren y griten
lo que en mi alma
se acaba por resquebrajar.
Naufragaré incesante por las noches,
a rieras de un triste río de verdades,
quemando ante la luz de la noche
lo poco que queda de este frío olvido.
Sólo así podré entender el porqué.
Sólo así aceptaré este destino,
como quien del sol se despide
sabiendo que será ese el último atardecer.
He sufrido un despido intempestivo,
de esos que llegan a tu vida sin más,
que buscan cortarle las alas a mi verdad
y borrar de mi memoria el sol de esta ciudad.
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Cuando nos rompen el corazón y no sabemos cómo continuar con nuestra vida sin sentirnos incompletos, la única solución es tomar esos pedazos y convertirlos en arte… lee más aquí.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Cristina Altieri.