¿Qué sucede cuando la sensibilidad rebasa el límite de la cordura?, ¿la genialidad poética precisa de algún tipo de desequilibrio mental o emocional? Desde siempre, la creación poética y artística en general ha estado emparentada con la locura. Ya sea por la malaventuranza azarosa de las mentes más brillantes o porque cierto grado de excentricidad es una condición necesaria para la creación, lo cierto es que es común que artistas, poetas, músicos y creadores, tengan una dosis de demencia.
El amor también es una especie de locura: enamorarse resulta ser un tipo de enfermedad, un lapsus que envuelve a las mentes más independientes y las hace vulnerables, pueriles y obstinadas.
¿Qué sucede cuando a la locura poética se le suma el tema amoroso? Aunque desde distintos tiempos y latitudes se alcen respuestas, pocas perspectivas son tan lacerantes y precisas como la de los llamados “poetas malditos”. Francos, desmitifican el fenómeno del amor y nos lo presentan lejos de la idea romántica de dulzura y complacencia.
Aquí te presentamos las definiciones de 3 de los seis autores considerados por Paul Verlaine en su famoso ensayo.
Charles Baudelaire
“Hay un gusto invencible por la prostitución en el corazón del hombre,
de la que proviene su horror a la soledad
Quiere ser dos
El hombre de genio quiere ser uno …
Es este horror de la soledad, la necesidad de perderse en la carne externa,
que el hombre llama noblemente ‘la necesidad de amar'”.
¿La soledad condiciona nuestro afán amoroso? Para el poeta parisino parece no haber duda. El amor es una especie de engaño, un juego sucio del que se busca sacar una ganancia egoísta: la satisfacción de sí mismo.
En otro fragmento, extraído de “Las Flores del mal”, observamos una especie de descripción sobre el estado personal. Un sufrimiento interno que lleva a la introspección profunda:
“A mi lado sin tregua el Demonio se agita;
En torno de mi flota como un aire impalpable;
Lo trago y noto cómo abrasa mis pulmones
De un deseo llenándolos culpable e infinito.
Toma, a veces, pues sabe de mi amor por el Arte,
De la más seductora mujer las apariencias,
y acudiendo a especiosos pretextos de adulón
Mis labios acostumbra a filtros depravados.
Lejos de la mirada de Dios así me lleva,
Jadeante y deshecho por la fatiga, al centro
De las hondas y solas planicies del Hastío,
Y arroja ante mis ojos, de confusión repletos,
Vestiduras manchadas y entreabiertas heridas,
¡Y el sangriento aparato que en la Destrucción vive!”
En medio de esto, otro poema nos abre la puerta a la exploración amorosa que es tratada como una imposibilidad. Justo esa imposibilidad es lo que la alimenta:
“Te adoro igual que a la bóveda nocturna,
¡oh vaso de tristeza, gran taciturna!
Y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes;
y cuanto más me pareces encanto de mis noches,
irónicamente aumentar la distancia
que separa mis brazos de la inmensidad azul.
Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos
como junto a un cadáver un coro de gusanos,
y amo tiernamente, bestia implacable y cruel,
incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza”.
Arthur Rimbaud
La postura de Rimbaud parece concordar con Baudelaire. Las máscaras del amor hacen que éste se manifieste de formas no auténticas. En el fondo de todos estos sentimientos que se jactan de ser sublimes, descansa un deseo personal:
“Amor … no hay tal cosa. Sea lo que sea que une a las familias y las parejas casadas, eso no es amor.
Eso es estupidez o egoísmo o miedo. El amor no existe.
El interés personal existe, el apego basado en el beneficio personal existe, la complacencia existe.
Pero no el amor. El amor tiene que reinventarse, eso es cierto”.
Sin embargo, esta armadura intelectual frente al sentimiento amoroso parece ser sólo superficial. Si el amor es un engaño todos caemos en él, así queda demostrado en “Sueño para el invierno 1”:
“En el invierno viajaremos en un vagón de tren
con asientos azules.
Seremos felices. Habrá un nido de besos
oculto en los rincones.
Cerrarán sus ojos para no ver los gestos
en las últimas sombras,
esos monstruos huidizos, multitudes oscuras
de demonios y lobos.
Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño…
un beso muy pequeño como una araña suave
correrá por tu cuello…
Y me dirás: «¡búscala!», reclinando tu cara
-y tardaremos mucho en hallar esa araña,
por demás indiscreta”.
Paul Verlaine
“Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz juramentos que mañana ya habrás roto”, se lee en uno de sus versos. Este desencanto en el terreno amoroso parece ser algo habitual en estos poetas. No hay mucho entusiasmo ni expectativa. La pasión parece bastarse a sí misma: sentir por el hecho de sentir, sin pretender una consumación:
“Llueve en mi corazón
como llueve en la ciudad;
¿Qué es esta languidez
que penetra mi corazón?
¡Oh dulce ruido de la lluvia
por tierra y en los techos!
Para un corazón que se aburre,
¡Oh el canto de la lluvia!
Llora sin razón
este corazón descorazonado.
¡Qué! ¿ninguna traición?…
Este luto es sin razón.
Es bien la peor pena
de no saber por qué
sin amor y sin odio
mi corazón tiene tanta pena”.
En otro, en cambio, la entrega amorosa parece darse por completo:
“Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego;
yo no creo más que en tus ojos azulados.
Tú crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos y en los sueños;
yo creo solamente en tus bellas mentiras.
Tú crees en un vago y quimérico Dios,
o en un santo especial,
y, para curar males, en alguna oración.
Mas yo creo en las horas azules y rosadas
que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.
Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti”.
Con biografías llenas de hábitos auto destructivos, incomprendidos por sus coetáneos, viviendo a la sombra de sus propias pasiones, estos poetas han dejado un enorme legado tras de sí que perdura hasta nuestros días. Encargándose de hacer pedazos nuestras ideas preconcebidas sobre el amor.
Sin embargo, como lo apunta Juan Manuel de Prada en una Colaboración para el diario español ABC, “poco a poco, el malditismo fue siendo asimilado por el sistema, al principio imperceptiblemente, después con descaro cínico (…) Y así, el maldito ya domesticado fue primero tolerado benévolamente, después admitido púdicamente en sociedad, hasta por fin ser entronizado como icono ‘pop'”
La locura y la transgresión van asimilándose mientras se mantengan al margen de nuestra vida común. Si te interesa la literatura clásica podrías consultar estas frases para volver a creer en el amor o descubrir el cuento que demostró la verdadera razón por la que las mujeres enloquecían.