Miríada de carne azul celeste que reposa en la suave vulva de un barco sediento:
¿Por qué me has negado tus pechos?, la blanca ternura de tu ser perfecto,
¿Por qué me dejaste extraer sin acariciar mis huesos?
Acaso has confundido amor con sexo, será que la carne podrida no admite larvas cuya transparencia ignoras con desprecio,
¿Será que el fuego ha irritado tus anhelos?
Deja crecer lo que tanto has cuidado con el intelecto, estira tu alma al viento,
bungee… Déjame caer en la mar y corta el anzuelo.
***
Sumérgete en niebla de blanca tersura,
atrae el sentimiento de un cenote perdido,
sola la lágrima inesperada brota
y la mejilla es sorprendida con la frescura del cristal.
Sólo el impulso perdido,
saciará el vacío.
La fotografía que acompaña esta publicación fue tomada por el autor del poema.