Cuando el amor muere, parte de nosotros también lo hace; pero en otras ocasiones nos mata, nos quita todo y nos deja sin nada desfalleciendo sobre el suelo frío….
Si vas a matarme,
hazlo ahora
sin prejuicios, resentimiento, ni pasión.
Pero antes, déjame quererte por última vez
contarte una historia,
de poemas condensados y recitados,
miradas violentas y revueltas.
Y mientras yo bailo,
tú tarareas
canciones que no existen,
canciones que inventas para mí.
Somos un puñado de huesos fríos
y mentes cálidas.
La soledad se funde,
pero el olvido es inquebrantable.
Si lo que deseas es mi ausencia
no olvides que el filo de tus dedos
corta más profundo,
tu silencio es predecible,
tus secretos pesan más cuando estás a mi lado.
Mis palabras no pasaron, te traspasaron;
todo te consumió.
Y ahora yaces como un fantasma.
Sangramos miedo y disipamos dolor.
Ven y cuéntame una historia,
aquella en la que me recuerdas a un viejo amigo.
Y busco tus manos en la oscuridad,
en la que nos perdíamos ente risas y caricias,
saboreando los fragmentos del tiempo,
susurrando y murmurando.
Si vas a matarme
hazlo ahora,
sin sollozos, sonrisas ni excusas.
Pero antes, déjame quererte por última vez.
**
Nadie está a salvo del desamor, tal como se lee en las cartas de Sylvia Plath que muestran el infierno que sufrió antes de morir.
**
Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Christopher James.