Cosas que aprendí cuando supe la diferencia entre amar y necesitar a alguien

Cosas que aprendí cuando supe la diferencia entre amar y necesitar a alguien

Cosas que aprendí cuando supe la diferencia entre amar y necesitar a alguien

Frecuentemente he escuchado a amigos y conocidos decir: “lo necesito” al referirse, en general, a su pareja de turno, o a alguien por quien sienten atracción romántica, en fin, a una persona en particular.

Esto me preocupa porque hace mucho tiempo entendí que la necesidad ata, ‘necesitar’ realmente a alguien te lastima a ti y a ellos, crea dependencia. La necesidad, sentir que no puedes vivir sin esa persona y no sólo usarlo como una frase, nace casi siempre de un miedo absurdo a la soledad, de no querer encontrarnos y enfrentarnos a nosotros mismos; de creer que si dependemos completamente del otro, tenemos que depender menos de nuestro propio criterio y, por ende, debemos hacer menos introspección.

El miedo a entender su propia naturaleza, las cosas buenas y malas de sí mismos, es constante en la mayoría de las personas con necesidad afectiva; pero al evitar conocernos también evitamos aceptarnos; aceptar todo aquello que socialmente nos hicieron creer que nos hace “los malos de la película”. Al no dejarme huir de lo que soy, con el tiempo logré aceptar que soy egoísta, egocéntrica, caprichosa y hasta mentirosa; que tengo problemas de autoestima (los cuales cesaron cuando aprendi a aceptar), que me afecta mucho mas de lo que aparento la mirada del otro, tengo pánico al fracaso y mucha ansiedad por el futuro, soy controladora y desordenada, tengo varias “manías” y a veces me gusta lastimar a los demás. Sí, todo eso soy, y más.

Cuando me permití conocerme y abrazar cada uno de mis defectos en soledad comenzó un hermoso camino de liberación, tanto personal como en la manera en que me relaciono con los demás; mi dependencia emocional dañaba bastante a cualquier ser vivo que se cruzaba en mi camino, no solamente a mí. Como necesitaba y quería que me necesitaran a mí de vuelta, exigía siempre más de aquellos cercanos a mí; más afecto, más atención, nada era suficiente.

Hoy, años después de este cambio, agradezco profundamente que nadie me necesite; quien está conmigo, amigos, familia o intereses románticos, eligen estarlo, no se sienten obligados a quererme por que los he manipulado, sino que pueden tomar la decisión de estar, quedarse e incluso dejarme con total libertad.

Ahora puedo decir que no necesito de nada ni nadie en mi vida, que elijo lo que deseo y me hace feliz, que gozo de mi compañía y que todos los días abrazo mis demonios.

Descubre también porqué te cuesta tanto trabajo alejarte de una relación tormentosa y el estudio que demuestra que del amor al odio sólo hay un paso

Salir de la versión móvil