Fue en enero cuando Margarita encontró el trabajo de sus sueños: buena zona, buen salario, buen horario y buena comida a la vuelta de la esquina.
Se convenció de que la vida comenzaba a los 30 al leer un artículo en su revista favorita, voltear, ver su escritorio lleno de post-it, clips, estampillas y un par de cuadernos preciosos. Trabajar como asistente la hacía sentir útil y para aquel jefe aún más: Bernardo era el tipo de jefe modelo que a la par de sus virtudes tiene sus defectos, como su consumo de alcohol y olvidar las fechas importantes como su aniversario, cumpleaños y juntas escolares; pero para eso estaba Margarita.
Todo parecía maravilloso hasta que un viernes, como de costumbre, Bernardo saldría a las cuatro de la tarde para no regresar y Margarita tendría su tarde libre; sin embargo, no contaban con que ese día Gloria le pediría el divorcio entre la sopa y el postre a Bernardo.
—Me ha dejado, bueno me pidió el divorcio con la explicación de que está aburrida de mí, de nuestra vida. Que no soy lo que esperaba el día que nos casamos, que nuestro matrimonio es un fracaso, y, ¿sabes con quién se va? Con el idiota de Julián, ese al que siempre le mandamos felicitar en Navidad, que porque él la ama, la valora, que se hicieron más cercanos en el yoga, que para desintoxicarse de mí han planeado un viaje a la India y visitarán a una gurú para que les lea los registros akáshicos, que porque su amor viene de otra vida. La muy cabrona compró los paquetes de viaje con mi dinero, ¿lo puedes creer, Mag?
Nadie podía creerlo, pues su discurso fue para toda la oficina que lo apreciaba más allá de la figura de jefe, autoridad o genio de la abogacía; Solía llamar Mag a Margarita, porque sentía que se ahorraba sílabas y podía personalizar más su trato hacia ella.
Tambaleante por el efecto de los viernes de martinis entró a su oficina, se miró en el espejo estilo Luis XV y grito: ¡NUNCA MÁS ME VOLVERÁN A DECIR ABURRIDO, SOY UN CHINGÓN!
Margarita entró alterada al escucharlo gritar, pero sólo encontró a su jefe llorando y tirando papeles, botellas y premios al bote de basura, una extraña sensación hizo que ella no se retirara en el acto y lo contemplara como quien ve a un niño de seis años recogiendo sus juguetes después de que su madre lo ha llamado a cenar.
—¿Me harías un favor? A dos cuadras está una barra de ensaladas buenísimas, compra un par y comamos aquí.
Margarita sabía de que barra hablaba, la había visitado en su primera quincena segura de que después de ahí haría dieta, y es que por más feliz que uno sea, siempre hay imperfecciones que vienen de muy profundo, de heridas de años y cicatrices ya encarnadas.
Llegó al establecimiento, pidió y justo al llegar con Bernardo exclamó:
—¡NUNCA MÁS VOLVERÉ A COMER CARNE, SOY UNA CHINGONA QUE NO MATA ANIMALES!
Dice el portero que la historia se replicó en todos los pisos con diferentes versiones de aquel grito, que hizo que el señor de las ensaladas, quien no confiaba en el proyecto de su hija chef, ahora él y su familia tengan cinco sucursales.
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Si has decido lo mismo que el personaje del cuento, entonces estas recetas veganas son las que debes preparar para comer saludable todos los días.