Sigmund Freud es el padre de la modernidad, sin él, todas las corrientes del pensamiento estarían empolvándose en viejos supuestos, que si bien ordenaron al mundo en el pasado, se quedarían cortas al tratar de explicar el comportamiento del ser humano en tiempos más recientes. Aunque muchos tachen sus teorías de tendenciosas y poco comprobables, es ineludible su nombre en el mundo del conocimiento. De alguna u otra manera hay que retomar alguna de sus conclusiones para crear un sendero paralelo.
Quien lo conoce sabe que su pensamiento fue evolucionando año con año. Comenzó como un médico y terminó siendo algo más que un psicoanalista. Debido a esta constante mutación es difícil rastrear el punto exacto en el que inició su más importante precepto teórico. Es difícil, mas no imposible, sólo hay que poner las cartas sobre la mesa.
A diferencia de todo lo que se venía pensando en la psicología, el psicoanálisis propone que hay un cuarto contiguo, como un desván, en nuestra mente. Si el consciente, aquello que rige toda nuestra vida, es la fachada de la casa, Freud se aventura a decir que existe un patio trasero en nuestro cerebro. Ahí se guardan las cosas viejas, sucias e inservibles –en apariencia–. A esta habitación de triques la llamó inconsciente.
El padre del psicoanálisis dice que toda la energía psíquica que se guarda aquí repercute directamente en nuestro comportamiento. En apariencia está oculta, pero su influencia es muy grande. Sin meternos en más líos, se puede decir de la siguiente manera: lo consciente está presente cuando estamos despiertos y lo inconsciente cuando estamos dormidos. Claro que es algo más complicado, pero así se puede entender un poco más.
¿Por qué creen que la obra pilar de Freud se llama “La interpretación de los sueños”? O mejor dicho, la interpretación del inconsciente. Con este libro se podría decir que inició el psicoanálisis. Un par de años después, Freud publicó el ensayo “Un recuerdo de infancia en Poesía y verdad de Goethe”. En él reflexiona sobre lo que sucede cuando intentamos recordar algo que sucedió durante la infancia.
Todo parte de una anécdota escrita por Goethe, uno de los más importantes hombres de conocimiento en la historia del hombre. El poeta alemán, en alguna de las miles de páginas que escribió, relata un difuso recuerdo de sus primeros años de vida. Él dice que en un arrebato de euforia, se metió a la cocina y con tan corta edad que apenas podía pararse, comenzó a tirar la vajilla de la casa por la ventana.
La certeza de este recuerdo para Goethe es poca. La historia le fue contada mucho tiempo después por alguno de sus familiares, que suelta una carcajada cada vez que trae al presente los enormes castigos que padeció el niño cuando su madre se enteró de sus travesuras. Todo parece indicar que los recuerdos más viejos en realidad son una creación compartida. Si no fuera porque alguien le contó lo que hizo, es probable que este pasaje de la vida se hubiera perdido en el inconsciente.
La pregunta que surge es: ¿Quién fue ese tal Goethe que tanto retomó Freud para estudiar los recuerdos? Johann Wolfgang von Goethe nació el 28 de agosto de 1749 en lo que hoy es Alemania. Estudió Derecho en la Universidad de Leipzing, donde comenzó a interesarse por la literatura, la pintura y las obras dramáticas de sus contemporáneos. Los libros de historia dicen que tenía una inteligencia superdotada, que en combinación con una enorme y enfermiza curiosidad, hizo que este autor se interesara prácticamente por todas las artes y todo lo que tenía que ver con el conocimiento.
«Me horroriza la sospecha de alejarme de ti, ¡de qué me sirve aprender tanta ciencia!»
Hizo prácticamente de todo. Se internó en el estudio de las lenguas, aunque sus inclinaciones iban más por el arte. Escribió literatura, poesía y ensayo. También fue un reconocido por sus aportaciones a la geología, la química y la medicina. Junto con su amigo, el filósofo Johann Gottfried von Herder, emprendieron el profundo camino del Romanticismo alemán. Posiblemente hayas escuchado hablar de él por su obra más divulgada en el mundo durante su creación: me refiero a “Fausto”, aquella historia en la que un hombre honorable vende su alma al diablo a cambio de múltiples favores.
Después de él, este recurso simbólico se reutilizó miles de veces, hasta el punto que en la actualidad esta alegoría está tan desgastada que parece un cuento infantil. Otras de sus más grandes obras literarias es “Los sufrimientos del joven Werther”, un retrato de su propio dolor. Tal vez por ello le acuñan que él fue el padre del Romanticismo, o al menos el que surgió en Alemania. Estudiar a un personaje tan grande requiere de un orden y perseverancia extraordinaria. No por la dificultad de su obra, sino por su vastedad. Para este artículo quizá convenga conocerlo a través de su poesía, los escritos más universales y directos porque apelan a las emociones.
Existe un bello poema que escribió Goethe a una edad muy avanzada. En sus versos se puede sentir lo imponente de sus pensamientos, pero sobre todo, su enorme espíritu romántico que nunca dejó de amar. Cuenta la historia que el texto “Elegía de Marienbad” fue escrito después de su último rechazo amoroso. Él estaba llegando a los 60 años, pero su alma aún era muy jovial. Sin buscarlo se enamoró de una joven de 17 años. La respuesta fue negativa, por supuesto.
Con el corazón roto, al igual que cuando escribió Werther, Goethe escribió los versos más bellos.
«¿Qué he de esperar ahora de una nueva visión,
de la flor todavía cerrada el día de hoy?
Ante ti está abiertos Paraíso e Infierno;
vacilan los sentido en mi ánimo agitado.
No puedes dudar ya: a la puerta del Cielo
ella avanza, y te quiere elevar a sus brazos
Perdí mi mundo y me he perdido a mí mismo,
y eso que fui hasta hace poco el predilecto de los dioses;
quisieron ponerme a prueba, me entregaron a Pandora,
tan rica en bienes y más ricasaún en peligros;
me empujaron hacia la boca generosa
me separan de ella y me destruyen
Para ti es fácil, pensé entonces: por compañía
te dio un dios la gracia del momento,
y todos, en tu dulce compañía, se sienten
prestamente favoritos de la fortuna;
me horroriza la sospecha de alejarme de ti,
¡de qué me sirve aprender tanta ciencia!»
Así el hombre más inteligente del mundo acepta que lo más importante en este mundo es el amor. Aclama que tanta ciencia no le sirve para nada si no tiene el amor de su amada. Así de humano fue Goethe. Si quieres leer el poema completo, da click aquí. Retomando a Freud, el artículo que publicó en 1917, por el cual la sociedad académica dice que inspiró su teoría psicoanalítica en Goethe, es un estudio clínico muy profesional, el cual puedes leer íntegramente aquí.
Si quieres saber más sobre Johann Wolfgang von Goethe, aquí hay 7 de sus poemas que fueron escritos desde lo más profundo de su corazón para alguien que una vez amó. Si quieres algo más profundo, da click en este enlace y conoce su increíble teoría del color, la cual aún se usa en estos tiempos. Si te quedaste con más ganas de Freud, en el siguiente link hay algunas de sus frases que te ayudarán a disminuir el dolor y comenzar a gozar el placer.