Un cuento para quienes han aprendido a platicar con su pasado y su futuro

Un cuento para quienes han aprendido a platicar con su pasado y su futuro

Un cuento para quienes han aprendido a platicar con su pasado y su futuro

A continuación, te compartimos “El mundo de los errantes”, cuento de lecciones de vida y aprendizajes para aquellos que están dispuestos a cerrar los ojos y abrir el corazón.

EL MUNDO DE LOS ERRANTES

Sentado sobre una banca en la última de las calles de Anima Veteris, estaba un hombre de unos 40 años, cabello color café, ojos casi del mismo tono de su cabello, piel morena y labios rojos; su cuerpo estaba abrigado con una chaqueta enorme de color negro, con unos vaqueros azules y sus botas que le daban un aura misteriosa. De pronto, un anciano de unos 90 años se acercó a él y se sentó a su izquierda.

―¿Qué haces hablando solo, hijo? ―le preguntó el anciano― Pareces trastornado.

―No estoy hablando solo― respondió el hombre de cabello café.

La niebla espesa que cubría toda la calle de Anima Veteris comenzó a disiparse por los callejones y los techos de los edificios. Había docenas de personas que cuchicheaban unas con otras y que señalaban al otro lado de la calle, algunos veían extrañados, otros se reían y algunos sólo pasaban por el lugar ignorando la escena.

―¿Con quién hablas, hijo? ―preguntó el anciano.

―Con el muchacho que está a mi lado, es obvio ―respondió el hombre de cabello café.

―¿Qué haces hablando con un muchacho? ―preguntó el anciano con formalidad― ¿Cuántos años tiene él?

―¿Cuántos años tienes, amigo mío? ―preguntó el hombre mientras giraba la cabeza a su derecha.

Los espectadores que aparecían uno a uno tras la niebla comenzaban a ver con más claridad a un hombre que estaba al otro lado de la calle, sentado sobre una banca del parquecito de Anima Veteris. El hombre giraba la cabeza de izquierda a derecha y formulaba diálogos, hablaba tan formal al viento. Uno de los espectadores de la niebla se acercó al hombre de cabello café que estaba frente a ellos.

―Señor… ―dijo el muchacho― ¿Podría presentarme a sus amigos? Me siento muy solo con todas aquellas personas de enfrente, me gustaría hablar con ustedes.

―A mi izquierda está mi futuro ―dijo el hombre de cabello café― y a mí derecha mi pasado; mi pasado me llama errante, mi futuro me llama trastornado.

―¿Puedo saber cómo logró hablar con ellos, señor? ―preguntó el muchacho de la niebla― ¿Por qué habla con ellos?

―Puedo hacerlo porque me lo permito, seguramente tú también puedes hacerlo ―respondió el hombre cabello café― Y lo hago porque cuando uno es viejo cree saberlo todo, y cuando es joven se quiere saber todo, estas dos partes mías me confunden y me lastiman en ocasiones, pero me hacen entender las cosas, me permiten encontrarle un significado.

―¿Y qué significado le encuentra a todas esas personas delante de usted? ―preguntó el muchacho de la niebla.

―Esas personas están delante de mí porque le tienen miedo a la locura, porque en su inconsciente está que ellos pueden hablar como yo lo hago con mis dos amigos, pero les da miedo, les avergüenza. No les gusta recordarse en el pasado, y es porque se revive todo aquello que fue vergonzoso, recordar la propia indecencia escandaliza, todas las cosas que preferimos que no se repitan, porque aparte de haber vergüenza hay dolor… y es un dolor profundo, y es profundo porque así es como ansiamos mantenerlo, a esas personas les da miedo su interior, y en realidad todo aquello de lo que te avergüenzas, todas las partes de ti mismo que mantienes en secreto o en la profundidad, incluso aquello que te gustaría cambiar de ti mismo, es lo que eres, es lo que te da fuerza, niégalo y no serás nada. Sólo así es como he aprendido a vivir el presente.

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La soledad es el momento en el que descubrimos que no estamos realmente solos. El ruido y vertiginoso ritmo en el que vivimos a veces nos ahoga tanto que olvidamos vivir el presente, por esa razón te compartimos las 6 lecciones espirituales que aprenderás del aquí y el ahora.

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