Muy pocas personas dejan un legado evidente de su historia, pero los poetas tienen la oportunidad de dejar una parte de ellos mismos cuando mueren; el último poema de Alfonsina Storni es la muestra perfecta de esto, ejemplo de una vida al límite, basada en arte, tristeza, confusión y pasión. Alfonsina nació en Suiza en 1892, la tercera hija de Paulina y Alfonso Storni, quienes, al atravesar por un mal momento económico decidieron mudarse a Argentina cuatro años después; allí abrieron una pequeña cafetería en la cual Alfonsina comenzó a trabajar con tan solo 12 años, la misma edad en que escribió su primer poema, con tintes melancólicos.
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Dos años más tarde, su padre, quien era esclavo del alcohol, fallece en 1906. Fue entonces cuando Storni decidió independizarse y sobrevivir por sí misma, trabajando en una fabrica de gorros y luego en una de aceites. Asimismo escapaba a teatros para trabajar como corista, pero cuando esto se descubrió, la vergüenza se apoderó de Alfonsina y comenzó a tener pensamientos suicidas. Más adelante obtuvo el título de maestra, profesión que empieza a ejercer.
Una de las cosas más destacadas sobre Alfonsina fueron sus pensamientos feministas, reflejados en lúgubres y hermosos poemas, que muchas no se atrevían a expresar. Mantuvo relaciones íntimas con hombres y mujeres, lo cual confundía a Storni; era presa de sus pensamientos y su supuesta bisexualidad la mantenía sufriendo de insomnio constante.
Otro hecho que la marcó, con apenas 19 años, fue el quedar embarazada de un hombre casado, convirtiéndose en madre soltera, lo que agravó su depresión, ya que en esa época las madres solteras eran criticadas y mal vistas. Aun así, Alfonsina tuvo a su hijo, lidiando con la sociedad.
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Su carrera, sin embargo, florecía a pesar de sus problemas personales; en 1920 obtuvo varios premios y reconocimientos, entre ellos: el Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura por su obra Languidez . Detrás de sus logros ocultaba sus tristezas, lo que se hacía notar a través de comportamientos neuróticos cada vez más evidentes.
En el verano de 1935, durante un viaje con su amiga Blanca de la Vega, Storni recibió el golpe de una ola en el pecho y perdió el conocimiento, lo que la llevó a descubrir que sufría de cáncer de mama; ese mismo año se le extirpó el pecho derecho con éxitos, pero el dolor se fue apoderando de Storni, tanto física como emocionalmente. Enfermedades como la paranoia, neurosis y hasta principios de esquizofrenia hicieron que Alfonsina se encerrase en ella misma, evitando a sus amistades y rechazando el amor de su hijo Alejandro, aunque más tarde fue el primero y único en recibir la lamentable noticia de que el cáncer había regresado, pero ella ya no volvería a someterse a una cirugía.
En los últimos años, a Storni la acompañaron el temor a la muerte y la depresión. En 1938 viaja a Mar del Plata y escribe su último poema Voy a dormir; dos días después Alfonsina se fue internando lentamente al mar, una muerte bella para ella que era amante del profundo y frío mar.
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Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
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