No hay nada más triste que ver a un amor que se desangra y no poder detener la hemorragia, nada más devastador que ver cómo se muere el cariño y no tener la clave para revivirlo. ¿Qué le queda a una pareja que se amó demasiado después de que todo termina? ¿Quién da el primer paso?, ¿quién dice “te amé, te amo todavía, pero es momento de partir”?
Tal vez sólo a través de la Literatura podemos encontrar las palabras necesarias para decir lo que nadie está dispuesto a decir en voz alta todavía. En el siguiente cuento de Chizo, nos adentramos en la mente del protagonista mientras vive los últimos momentos de un amor que ya no puede respirar.
En un hotel de Barcelona
Nos fuimos tan lejos para comprobar lo que ya sabíamos. Nos dijimos no con todo el cuerpo y ahí empezó la debacle de lo que habíamos construido. Y nos acostamos, cada uno por su lado, nos dimos la espalda cuando antes nos dábamos placer. La noche fue como de costumbre de hora en hora hasta convertirse en madrugada y pasar a ser un nuevo día. Al despertar, los dos estábamos acomodados en otro lado. Cumplimos el viaje de nuestras vidas, los sabíamos sin saberlo. Ahorramos cada centavo para ir a acabarnos bien pegaditos al Mediterráneo. ¡Será que siempre fuimos unos románticos!
Recuerdo que todavía nos tomamos de la mano y sonreímos. Pedimos una cerveza con sabor a limón, la compartimos. Tú pediste paella, mi alergia al camarón no me permitió robarte unas cuantas cucharadas por más que lo quitabas de en medio entre el arroz. Caminamos muy despacio por la playa con los pantalones arremangados, nos tomamos fotos; suplicamos al cielo que no lloviera, que con la tormenta que traíamos por dentro bastaba. La peor de las tormentas, la que no tiene nada que reclamarse.
Y tú hablabas del porvenir como un cíclope ciego. A los dos nos pesaba esa verdad que no se dice pero se sabe. Nos regalamos besos que ya no hurgaban nada, porque un beso que ni siquiera provoca tristeza ha de ser de los besos más devastadores. Y te quería, te quería por todo lo vivido, por todo lo entregado, por tanta noche y día hecho polvo y tomado a tacto, con mis yemas de los dedos con sabor a ti, con tantas palabras que vertí en tu boca, ni una sola fue en vano, ni una sola fue vacía. Ningún plan hecho nació con la intención de morir, todas mis miradas llevaron remitente durante este viaje; te hablo del viaje de la vida, de nuestra vida. Un viaje tan largo y corto a la vez. ¿En qué momento nos convertimos en dos grandes amigos y nada más?
Nos entregamos todo, nos matamos como se matan quienes se quieren, con arrumacos, con sonrisas, con palabritas dichas con la boca y con la piel, con el cuchillo que no tiene filo, el que no corta a la primera, el que no sangra a la primera. Nos rompimos como sólo dos que se quieren mucho se pueden romper, a placer. Yo creo que nos fuimos tan lejos para dejarnos allá, sin testigos conocidos que nos reclamaran. Y cuando regresamos, los dos sabíamos que regresábamos cada quien por su lado, en el mismo vuelo pero con diferentes alas.
**
Dejar ir a alguien siempre nos tomará tiempo, sobre todo cuando sabes que aunque no te hablen y no te escriban, sabes que todas las noches piensan en ti. Pero para combatir esas noches de soledad, puedes leer los libros que te ayudarán a superar una ruptura amorosa cuando sientes que has fracasado.