Qué poco dura la eternidad entre tus piernas y qué infinita la sensación de llevarte en mí.
Infinito deleite tenerte a mi lado a cada instante, pero a ratos las ganas me habitan y no es posible contenerme, en medio del estacionamiento te miro con ojos furtivos, agitado y con tu cuerpo flotando en mi mente. Me quedo sin palabras, sigo observándote. Tus ojos se encuentran con los míos y nos reconocemos, un cosquilleo me anda y me ascienden las ganas.
Te beso. Siento tu boca regocijándose con la mía, encendemos nuestras almas y en ese roce se derrumban todos los muros, cualquier barrera se esfuma. Dejamos de lado el mundo y nos entregamos a nuestra ambición.
Mi mano se desliza por tu pierna tamborileando por ahí, erizando tu piel, subo ese camino de placer sutilmente. Todo tu ser alerta reacciona, tus pezones se endurecen y saltan sobre tu blusa, mis dedos trepan llegando a tu flor húmeda. Jugoso paraíso que mis dedos exploran, jadeas, ansiosa muerdes mi boca; acelero mi toque, todo tu cuerpo se tuerce. No es posible detenernos, no hay manera de frenar este encuentro. Tumbo el asiento, bajo tu ropa interior. La adrenalina al tope, el desasosiego de ser descubiertos, la aventura de vivirnos así y la alucinación de saciar nuestra codicia. Ese vicio de habitarnos.
De rodillas frente a ti, me miras deseosa, tremulosos, encogidos en el asiento delantero de mi carro. Con prisa, en calma, desesperados y jubilosos.
Tomas mi pene acomodándolo, voy entrando en ti. Aprieto los ojos, en el trance más sublime acelero mi movimiento, no hay más calma. Voy con furia contra ti, una y otra vez, jalo tu cabello, ahogas tus gritos de gozo. No me detengo, continuo insatisfecho, hostigando nuestro éxtasis, juntos vamos arrebatándonos el aire, disfrutando nuestros cuerpos unidos. Acalorados, nos besamos, nos acariciamos, nos tallamos anhelantes, segundo a segundo vamos saboreándonos. Nos sorprende el orgasmo sofocando mi cuerpo en el tuyo, entregándote mi ser, aprisionando tu mano conseguimos deambular en el Olimpo del amor, saciando nuestra hambre, colmando nuestro espíritu.
Regreso a mi asiento, me acomodo la ropa, la camisa, te miro, acomodo tu cabello y beso tu mejilla. Nos incorporamos a este mundo, regresamos a esa rutina en la que suspiro por ti, en la que anhelo poder sentir tu piel. Me reintegro a esa realidad en la que sueño con la eternidad entre tus piernas y que me habita la infinita sensación de llevarte en mí.
**
¿Has tenido sueños eróticos? Entonces debes ver estas ilustraciones que muestran esos sueños que nunca confesaremos.