En la Edad Media escribir con faltas de ortografía no necesariamente implicaba que no supieras todos los usos de la lengua. Más bien, se creía que aquellos que cometían errores –en especial los copistas expertos– eran presas del demonio Titivillus.
Pronunciar mal, tartamudear o perder la concentración durante el rezo también eran algunos de los errores que este demonio provocaba. Según los relatos, Titivillus recorría todos los hogares, así como los monasterios con el fin de hacer caer en errores y recopilar aquellos que los copistas habían realizado en los libros como una prueba irrefutable de una mala devoción y por lo tanto, usarlos durante el Día del Juicio.
Diego de la Cruz, Virgin of Mercy, 1485 c. Titivillus aparece en la esquina superior derecha. / Wikimedia Commons.
Sin duda, con el tiempo y la distancia, es posible entender que este demonio no era más que un método para asegurar no sólo que los copistas tuvieran todo el cuidado posible de no transcribir mal cada libro, sino también que los feligreses mantuvieran la atención y no se distrajeran durante un rezo bajo la premisa de ser considerados malos cristianos. No obstante, tal figura por mucho tiempo también fue una buena excusa –en especial para los monjes copistas– para justificar sus errores… excepto cuando éstos podían costarles su profesión y hasta la vida.
La Biblia maldita
Tal es el caso de Robert Barker y Martin Lucas, unos impresores reales del siglo XVII en Inglaterra, quienes tuvieron el encargo de imprimir la biblia del Rey Jacobo en 1631, pero durante la producción del libro no notaron que a uno de los Diez Mandamientos le faltaba un “no”, así que en lugar de leerse “No cometerás adulterio”, se leía “cometerás adulterio”, instando a los feligreses que consultaran la Biblia a fornicar y cometer uno de los pecados capitales.
Bonhams.
En cuanto el error fue de conocimiento público, aquellas Biblias –consideradas malditas– fueron quemadas, aunque 10 ejemplares sobrevivieron hasta la actualidad. Uno de ellos fue subastado en 2015 por cerca de 31 mil libras.
El castigo para Barker y Lucas fue una multa de 300 libras y la pérdida de su licencia para imprimir más libros. Esto provocó su quiebra económica, pues carecían de otro medio de subsistencia para pagar su multa, por lo que en 1635 Barker fue encarcelado hasta 1645, cuando falleció. De Lucas poco se sabe, sólo que en aquel momento era el albacea de Barker y no un co-editor.
“14. Thou fhalt commit adultery.” / Bonhams.
¿En realidad fueron afectados por la influencia de Titivillus —que para ese entonces era un demonio prácticamente olvidado—, se trató de un simple error humano o bien, según las notas de la casa de subastas, un sabotaje por el rival de Barker, Bonham Norton, quien deseaba darle un escarmiento público? Fuera lo que fuere, resulta sencillo concluir que una sola palabra, en el texto y momento equivocados, les costó la vida.
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