Escritura en Bragas: Del erotismo urbano y los Godínez

La semana pasada me quedé por cuestiones de trabajo en el Hotel Pisa, situado en la avenida emblemática y estrambótica de Los Insurgentes, en el Distrito Federal, México. Como a eso de las 10 pm llegaba cada noche con los ojos a media asta y la esperanza de un descanso placentero. Las habitaciones están decentes:

Escritura en Bragas: Del erotismo urbano y los Godínez

La semana pasada me quedé por cuestiones de trabajo en el Hotel Pisa, situado en la avenida emblemática y estrambótica de Los Insurgentes, en el Distrito Federal, México. Como a eso de las 10 pm llegaba cada noche con los ojos a media asta y la esperanza de un descanso placentero. Las habitaciones están decentes: TV, Baño con agua caliente, un espejo y una serie de canales de entretenimiento diverso. Mi trabajo demanda ires y venires a cada tanto, no pretendo aburrirles exponiendo cómo me gano la vida. No es nada excitante ni peligroso por lo que no encuentro pertinente describirlo.

De vuelta al Pisa caminando por los pasillos de cada piso (me tocó una habitación diferente cada noche) escuchaba toda clase de aullidos de féminas y hombres bien entregados al placer. Coitos variados, entonados, sufribles, divinos… De todo escuchaba. No pude evitar excitarme y a su vez maldecirme para, finalmente resignarme. Heme allí, un empleado del aburrimiento esperando pegar la pestaña para amanecer con energía renovada y seguir con mi peregrinaje laboral mientras los alaridos me hacían recordar mi realidad. Uno a uno presencié auditivamente los vaivenes de las habitaciones contiguas, los chillidos, los ladridos de los huéspedes vecinos. Me levanté al espejo y me miré… No sé si fue un minuto o un par de segundos, la cosa es que estaba jodido. Por un lado deseaba introducirme en aquellas sinfonías para sentir un poco de cachondeo ante la desolación laboral. Por otra parte anhelaba un sueño profundo que me permitiese por unas horas fugarme de mi tiempo productivo…

La encrucijada mental yacía dentro de mí, no así la realidad, que estaba clara y presente. Decidí encender el televisor, cerrar la ventana, fumarme un cigarro y hacerme el viejo disfuncional. Una vez tomando el control comencé a hurgar los canales. Los habituales, de las estrellas, de los aztecas y los locales me producían asco. Seguí con los de las series y deportes. Por allí me anclé unos minutos. Seguí tecleando hasta llegar a los porno. Allí me estacioné un poco y me resigné una vez más. El reloj ya marcaba las 11:05 pm. El cansancio por un momento se disipó, como si se hubiera escurrido con el viento al cerrar la ventana. No tenía varias opciones. Era dormir, ver una película hasta roncar o seguir taladrando mi desgracia escuchando el entorno sexual. Aislado estaba por culpa de la circunstancia. Me decidí a llamarle a una vieja amiga que deambula por el norte de la ciudad. Allá en donde traspasando una buena parte del periférico el amor se acaba. No por deseo, más bien por distancia. Así las cosas me contestó, pues al igual que yo es nocturna. Le plantee la posibilidad de reunirnos.

– ¡Cómo no! Cuando andes por la ciudad márcame y nos vemos.

– ¿Qué tal que nos encontremos ahora?

– ¿Mmmm andas borracho?

– No , es martes…

– Ahora no puedo corazón, estoy ocupada. Llámame después.

Después sería nunca, por lo pronto. Un alarido de infarto de la habitación de al lado me encendió aún más. A punto estuve de mandar a tomar por culo mi descanso (que por cierto, él ya se había esfumado) y lanzarme a la Zona Rosa o a La Condesa en busca de un poco de calor y aventura. Me quedé mirando una escena en la TV, en el canal porno había una afroamericana que estaba en trance mientras una asiática delgada estaba puliéndose con brillo propio proporcionando un placer único. Al menos se lo montaban tan bien que todo lucía natural.

Inmediatamente me enfunde mis pantalones y me puse los zapatos. Estaba decidido a no quedarme atrás. Estos huéspedes tendrían competencia en un par de horas.

-¡Ya verán! Me pondré un poco de perfume del ¨bueno”, desplegaré mis frases preparadas y alguna chica elegante caerá.- Así estaba ya bien dispuesto hasta que miré la billetera. Casi vacía, seca. Tan sólo tenía lo suficiente para sobrevivir en la semana y un poco más. Menos mal que tenía mi tarjeta del metrobus cargada, si no el martirio sería espeluznante. Apenas era martes y no llegaría pronto la quincena. Recordé los clichés y el apellido que está en Boga: “Godínez”. Ignoro como cobró fuerza dicho sobrenombre habiendo otros tan comunes como Pérez, López, Hernández, Martínez etc..

Recuerdo que hubo una época en que ¨Gutierritos” era el alias de batalla para denominar a cierto tipo de ser que estaba en un esacalafón social diferente a los demás. Vaya que somos clasistas y racistas en esta ciudad, al menos eso parece en las redes sociales y en los chismes urbanos. No me considero un estereotipo, mucho menos un aspiracional frustrado, pero esa noche, ese martes negro sufrí la realidad  de mi bolsillo. No me apellido Godínez, tal vez en este país exista una familia con ese sobrenombre que sea acaudalada y bien posicionada en la clase A,  AA o AB, o como los mercadólogos nos clasifiquen. El punto es, y para no darle más vueltas al asunto, que la economía me dio una bofetada lo suficientemente efectiva para mandarme sin excusas a dormir. Mientras contaba ovejas y veía como terminaba la asiática, recordé una declaración del ranchero que nos “gobernó” del 2000 al 2006, esto fue lo que dijo palabras más ladridos menos : “Con mi pensión de $206,000.00 pesitos  tan sólo me alcanza para los frijolitos”. Viejo loco cabrón, pensé.  Si cualquier imbécil llega a la presidencia porque no puedo salir de éste cuarto de hotel por un poco de placer y un tanto de erotismo. No recuerdo cuando comencé a babear. Tal vez, mientras los orgasmos se erigían, mis ronquidos aparecían. Las ovejas se largaron, me la pase parpadeando hasta que la alarma me recordó mi rutina.

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