Ciertos autores suscitan seguidores por montones. Por un lado están los amantes de Lovecraft, de Kafka, de Cortázar, de Borges, de Poe, de Hemingway, de Orwell, de Stevenson, de Ishiguro, por dar sólo algunos ejemplos. Esto, huelga decirlo, pareciera suceder más a menudo entre los autores que están de moda. Sin embargo, ese honor es privilegio de pocos. Historias de pasión y gloria que mantienen vigentes su letras hasta nuestra época. En ese sentido, quizá uno de los escritores con más arrastre por su genio y figura, es la del siempre bohemio y antagónico Charles Bukowski.
De Bukowski se han dicho bastantes cosas ya: que bebía hasta caer perdido en su pequeño apartamento en Los Ángeles, mientras perdía empleo tras empleo; que su padre marcó su vida para siempre luego de ser víctima de sus atavismos; que a pesar de todo nunca dejó de escribir rechazo tras rechazo, recibiendo la noticia de sus primeras publicaciones un un bar ahogado en alcohol; y sus desventurada vida a lado de las mujeres, a las que dedicó gran parte de su obra.
A Bukowski le debemos en gran medida el estereotipo del escritor maldito contemporáneo, que debía beber y ser un infeliz para poder tener un texto decente. Pero como suele pasar, sin ánimos de iniciar un discurso de rechazo, muchas veces los escritores extranjeros opacan a los latinoamericanos, a pesar de que pueden rastrearse rasgos de su influjo en las latitudes menos pensadas. No se trata de malinchismo ni nada que se le parezca, sencillamente el panorama editorial no han permitido que muchos se enteren que de este lado hay artistas del calibre de Bukowski. Personajes que dejaron todo para que su voz fuera escuchada, llevando hasta las últimas consecuencias su obra. Tal es el caso de Eusebio Ruvalcaba.
Eusebio Ruvalcaba, autor de Una cerveza de nombre derrota, uno de los 3 libros para leer en la barra de una cantina, nace en la ciudad de Guadalajara el 3 de septiembre de 1952 y fallece el 7 de febrero de 2017, en la Ciudad de México. Además de escritor, fue periodista, ensayista, dramaturgo y tallerista. A Ruvalcaba se le ha reconocido en varias ocasiones con el título de “El Bukowski mexicano” por su estilo de vida semejante y el talento que, inmerso en el alcohol e inspirado en las mujeres, destilaba. Y aunque la comparación no es desastrosa, como así lo demostrara al ganar el Premio Internacional de Cuento Charles Bukowski organizado por la editorial Anagrama en 2014, su historia se escribe sola.
La obra de Ruvalcaba es vasta, contando en su haber con más de 40 títulos publicados. Pero la que seguramente es su obra más reconocida es Un hilito de sangre, novela que incluso llegó a la pantalla grande, protagonizada por un entonces regordete y desconocido Diego Luna. Cuenta la leyenda que cuando el escritor terminó dicha obra, y satisfecho con su resultado, comenzó a tocar puertas. En un principio sólo recibió negativas y vio cómo pasada al fondo de los anaqueles para su dictamen. Harto de recibir portazos, decidió editarla por su cuenta y repartirla de mano en mano en el centro histórico de la Ciudad de México. Desde entonces, el resto es historia. La novela no sólo se convirtió en película, sino que ganó el Premio Agustín Yáñez en el año 1991, uno de los más prestigiosos en la república mexicana. Pieza fundamental para entender la cultura azteca de mediados de los 80 y principios de los 90, las travesías de Leo, un pequeño enamorado de 13 años, destacan por su sensibilidad, dinamismo y originalidad; sobre cómo este abre los ojos a un mundo de perversiones. Una novela llena de humor, aderezada con el uso irreverente y genial del lenguaje.
Empapado por la literatura de la onda, la obra de Eusebio Ruvalcaba o José Agustín, con quien compartiera espacio en la revista La Mosca, parece ser lo último de este movimiento que los jóvenes de la década de los 60 encumbraron como bandera contestataria al Gobierno. Además es claro su rechazo a la literatura tradicional, al esgrimir un lenguaje más abierto. Este fenómeno provocó que muchos adolescentes se identificaran rápidamente con su obra.
Hijo de la pianista Carmen Castillo y el violinista Higinio Ruvalcaba, la pasión por la música estaba en sus venas, definiéndose a sí mismo como un melómano empedernido, con gusto particular por la música clásica, en especial de Johannes Brahms. Su amor era tal que construyó piezas literarias en torno a la música. Su voz era la de un crítico respetado en todo el país.
A pesar del prestigio que para entonces se había ganado, se le podía ver en las cantinas de la Ciudad de México, en los lugares más deplorables, bebiendo vodka y pasando desapercibido con su estampa de escritor y camarada. Eduardo Villegas Guevara, colega escritor y amigo, relata que en numerosas ocasiones le preguntan si era posible que Ruvalcaba pudiera escribir tanto y tan bien con la cantidad de alcohol que ingería, a lo que él siempre contesta: “Lo que pasa es que cuando Eusebio se sentaba a escribir, ya llevaba la idea trabajada en la cabeza”. Una crítica muy similar a la que se esgrime en torno a Bukowski.
A un año de que naciera la leyenda de Eusebio Ruvalcaba, parece que como es natural en este tipo de casos, la sociedad comienza a hacerle justicia. Recientemente la periodista Carmen Aristegui publicó una lista de libros que todos deberían leer. Entre ellos destaca Mariana con M de música, novela sobre la que el mismo autor comentó que fue escrito para una mujer tan hermosa que de no haberlo hecho él, lo habría hecho alguien más, y con mucho más tino.
De Ruvalcaba se puede decir bastante, desde sus manías, sus gustos, su desprecio por los autores pedantes y los premios de gente que sólo simulaba amor por las letras, pero definitivamente la mejor manera de encontrarse con él y su apabullante bondad al momento de compartir su forma de encontrarse con el arte es a través de sus líneas. Para cerrar, un fragmento de su libro 52 tips para escribir bien y entendible: “Dichoso el escritor que encuentra una mujer así en su camino. Porque su palabra no será vacua, porque su palabra tendrá un sentido. Nacerá a partir de una experiencia vital. Misma que podrá comunicar a quien lo lea; y si nadie lo lee no importa. Bastará con que ella lo lea”.
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Las letras del gran poeta del realismo sucio están llenas de consejos y lecciones de vida. Te recomendamos leer las razones por las que deberías renunciar a tu trabajo según Bukowski.