La fantasía erótica como una premonición del caos. El relato converso, despojado de ripios, atinado hasta su desenlace como una sorpresa o una salvajada de placer.
Animales urbanos
Suena de fondo “More Than Words”, muy bajo. Lo que más se escucha es la respiración agitada de María. Hoy eligieron amarse sobre una silla. Ella está sentada sobre José moviéndose rítmicamente. Hacen 40° y no funciona el ventilador. Por la transpiración, sus vientres se pegotean, pero María lo cabalga elegante y enérgica. Se besan hasta casi sofocarse.
José la inclina para recostarla sobre el escritorio sin cambiar la posición, quiere verla disfrutar. Sube su palma abierta desde el ombligo hacia sus tetas. María, al recostarse, hace caer el reloj del escritorio.
Las agujas del reloj comienzan a moverse más rápido. Su tic tac acompasa los movimientos de los amantes. Tic tac, tic tac, tictactictac. Ellos son poseídos por el ritmo acelerado del reloj. Sus movimientos son cada vez más frenéticos, más bruscos y fuertes. Levantó las piernas de María y las abrió en V sin detenerse. La transpiración se mezcló con la sangre y el semen.
José la penetraba con tanta energía que dislocó las piernas de ella. Placer y dolor al mismo tiempo. Los músculos de los glúteos de él comenzaron a acalambrarse, pero, aunque lo intentaba, no se podía detener. Las agujas enloquecidas del reloj saltaron y quedaron pegadas contra el vidrio. La canción sonaba tan rápido que las voces se escuchaban muy agudas.
Cuanto más intentaba frenar su movimiento, su cuerpo más se aceleraba. María abrió sorprendida sus ojos, pero tampoco podía parar. Lloraban ambos, doloridos, sangrando, la piel les ardía y sus músculos temblaban de fatiga. No pudieron parar hasta la aniquilación.
***
Tal vez las cosas suelan empezar en una silla, pero casi siempre terminan en la cama.