Berta García Faet es una poeta valenciana, autora delos poemarios La edad de merecer (La Bella Varsovia, 2015), Night club para alumnas aplicadas (Vitruvio, 2009) y Fresa y herida (Diputación de León, 2011), entre otros. En la actualidad cursa un doctorado en Hispanic Studies, en Brown University, además de dedicarse a investigar asuntos misteriosos de poesía española y latinoamericana.
Procedencia: acrílicos
Todo lo que alcanza el cuerpo a hacer en vida
—Brodsky
Formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que Las Chinas han acariciado el pelo
¿es natural? ¿es natural? ¿es natural?
y los chicos comido concienzudamente
muslos y omoplatos en garajes y autocines.
Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo.
Desde sus cubitos-corazón, los inocentes
numerosos mirones supuestamente imparciales
(hoy, por sinestesia, físicos, aves y piedras,
un médico, un músico, un gestor de manías)
se empeñaron en proclamar el supuesto prodigio
de mis atributos visibles (los de todas las chicas)
(que, a los quince años, somos todas la misma:
un dibujo de Brenda, vulva-mirto-en-el-agua,
¡mirad los pellizcos!: violetas contra el mundo)
Hoy está claro:
el amor lo ve todo muy bello
muchas gracias a lo cual
formo parte de aquel selecto grupo de chicas
que, en la adolescencia,
no hicieron régimen.
¿Nos vamos a París? ¿Nos vamos a París?
Me casaré contigo. Verás. Me casaré contigo.
Los chicos (hoy la mayoría filósofos de la ciencia,
escultores de fresas, pintores de heridas, diplomáticos)
se atrevían,
se atrevían a sangrar por las rodillas
(su menstruo divertido),
se atrevían,
y nosotras −lógicamente vírgenes y drogadas−
creíamos muy importante
cerrar mucho los ojos al besarnos.
Hoy está claro:
fueron tiempos felices
muchas gracias a lo cual
formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que acechaban por los mares los hombres excesivos
−nos moríamos de miedo, corríamos, sudábamos;
pero nos sentíamos bonitas: eso bastaba: eso entonces
bastaba−
y los chicos nos juraban apasionadamente
atrocidades y absurdos en cementerios y playas,
y los chicos exponían con notable entusiasmo
sus motivos: es baratísimo, verás, te lo prometo,
y los chicos adoraban increíblemente subversivos
cada una de nuestras explosivas fotosíntesis.
Hoy está claro:
fuimos precoces en la exuberancia
muchas gracias a lo cual, más tarde, ésta
no pudo confundirme
y he sabido
que, si el criterio es la valentía,
todo es decadencia desde los trece.
Ya que formo parte de aquel selecto grupo de chicas
a las que Las Chinas Del Verano Inglés acariciaban el pelo
¿cómo lo haces? ¿cómo lo haces? ¿cómo lo haces?
y los chicos comían eruditamente
en literas y jardines vértebras y labios.
Me casaré contigo. Verás. Cuando cumplamos veinte.
Hoy todo está claro:
el amor lo ve todo muy bello,
fueron tiempos felices,
soy una coleccionista y,
celosa y sucia,
palpo
las páginas de mi acumulación.
*
Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Sven Signe den Hartogh.
***
Cuando un amor apasionado termina, hay algo que estalla dentro de nosotros y que nos duele como una herida abierta, pues “este amor me retuerce y hace que me pierda”.