La primavera debiera llegar
en unas horas más.
Los pájaros debieran cantar,
como un ruiseñor.
Y yo,
debiera escribir con una pistola en las manos,
como si fuera asesino,
o un verdadero guerrero drogadicto.
Debería colocar bombas en el metro,
para que los montajes quedaran al descubierto,
y los montajes dejen de ser montajes,
sino una misma verdad de nuestra existencia,
agónica y alocada,
para que no haya más nada,
entre el tú y el acá,
entre el yo y el allá.
Se agotó la paciencia,
no puedo esperar.
Quisiera esperar,
pero faltan respuestas,
de una concreta verdad.
No debiera haber dolor.
Sólo verdad.
¿Qué es la verdad?
Es una mentira que no existe.
Se me olvidó lo que dije.
Es por eso,
de seguro es una mentira,
o una envidia.
La envidia tampoco existe,
es resentimiento,
por no tener lo que se quiere,
y no ver lo que tenemos,
y donde estamos parados.
Otra vez,
se me olvidó la cuestión.
¿Dónde está el tiro?
¿Dónde está la culata?
No le acerté. No hay revólver.
Hay una mano empuñada en un lápiz.